Esta semana circuló en redes sociales una noticia bastante triste para la educación musical en México. Según información de varios artículos periodísticos, en el estado de Chihuahua se lleva a cabo desde hace 19 años un programa llamado “Música en mi escuela”, el cual se aplica a nivel primaria, secundaria y preparatoria, e incluye, entre otras cosas, la formación de orquestas sinfónicas juveniles.  La noticia se centra en que, de acuerdo con el relato de quien fuera uno de los maestros de ese programa, a él y a otros 50 de sus colegas —de golpe y sin previo aviso— simplemente los despidieron y acabaron con algunas de las orquestas ya formadas, afectando de esta manera a cientos de niños que se veían beneficiados con el proyecto.

En estos casos, intentando ser imparcial, se debe aclarar que también se habla de un comunicado oficial por parte del gobierno de aquel estado, diciendo que el programa antes mencionado no desaparece si no que está en un proceso de reestructuración con la idea de fortalecerlo. Sin embargo, dudo que ese comunicado sirva de consuelo a 50 maestros de música que después de haber dedicado años a la enseñanza para niños, sencillamente de un día para otro se quedaron sin chamba.

Antes que todo quiero hacer una aclaración. Cuando hablamos de “orquestas infantiles o juveniles”, nos referimos a orquestas cuyos integrantes obviamente se caracterizan por quedar dentro de un cierto rango de edades, pero se puede dar el caso de que se trate de jóvenes que ya cuentan con una formación musical previa, como ocurre con cualquier orquesta sinfónica profesional. También existen orquestas en las que se aceptan miembros que no tienen ningún tipo de conocimiento musical y dentro de la misma aprenden, desde lo básico que se requiere para tocar un instrumento.

Este último modelo se ha replicado en México desde hace ya cerca de 30 años, dejando muy buenos resultados. Existen dos muy importantes instituciones, aunque no son las únicas, que se han hecho cargo. Lo que alguna vez se llamó “Orquestas y coros juveniles de México”, hoy “Fomento musical” y “Esperanza Azteca”. La primera a cargo del Estado y la segunda dependiente de la iniciativa privada. Debo decir que orgullosamente yo he sido maestro en las dos, así que sé muy bien cómo funcionan.

Pero el gran problema es que muchas instituciones relacionadas con la cultura, lo cual incluye además de ese tipo de proyectos artísticos educativos a muchas orquestas profesionales del país, dependemos directa o indirectamente del subsidio de Estado. Hay que decirlo, en la actual administración federal, los órganos encargados de la cultura pasaron al nivel de secretarías. Eso en teoría sonaba bastante prometedor, pero en la práctica nos hemos dado cuenta que no se han dado los resultados que podían esperarse.

En el caso específico de las orquestas sinfónicas, similar al de proyectos como “Música en mi escuela”, en muchos casos los gobernadores tienen la capacidad de nombrar al director y este adquiere el poder de correr a los integrantes que él decida que no cubren los requisitos artísticos, de acuerdo a su nivel de exigencia. Desde luego que si los músicos tenemos una plaza laboral con todos los requisitos legales eso ya no es tan simple, pero al final el director es la máxima autoridad en cuanto a competencia musical, dentro de ese tipo de agrupación.

Es necesario dejar en claro que en el caso especifico de la Filarmónica de Querétaro se ha avanzado mucho al respecto, pero viéndolo de manera general en todo el país, quienes nos dedicamos de manera profesional a alguna actividad relacionada con las artes y la cultura, somos demasiado vulnerables a decisiones personales por parte de autoridades al más alto nivel. Algunos muy buenos proyectos artísticos suelen estar a la expectativa de ver si logra durar más allá del sexenio en turno.

Desde aquí mi reconocimiento a todos los maestros que participan en algún proyecto de enseñanza de la música que también cubren una muy valiosa y necesaria labor social.

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