En los últimos años, cada vez más mexicanas y mexicanos han decidido anular su voto frente a la percepción en el sentido de que los partidos políticos no les representan y que ninguna opción de las que se han presentado últimamente a ocupar cargos de elección popular les representa. El voto nulo expresa, de este modo, una paradoja: la voluntad de participar en los comicios para poner de manifiesto que la participación política no tiene sentido, al menos ante el panorama de institutos políticos que no representan a nadie más que a ellos mismos. De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, los votos nulos en la elección de 2015, al igual que en la última intermedia, se acercan al 5 %, por delante de los totales obtenidos por partidos como Nueva Alianza, Humanista, del Trabajo y Encuentro Social. Esto nos habla de que una parte importante de la ciudadanía siente la necesidad de expresar este desacuerdo y mandar un mensaje a los partidos políticos, en el sentido de que estos no pueden mantenerse en la misma ruta que los ha distanciado de las y los electores.

El voto sirve para premiar a las autoridades que consideramos que lo han hecho bien y para castigar a quienes lo han hecho mal. De manera ideal, en el voto que expresa una persona tendría que aunar ambas posiciones: premiamos al político por el cual votamos y le escamoteamos nuestro voto al partido político que no queremos que siga avanzando sus propuestas o ideología. Todas y todos hemos tenido la sensación de querer tomar distancia de la política dado la ausencia de una visión ética que domine sobre el servicio público. Esto explica el cada vez mayor número de personas que se declaran orgullosamente apolíticas. No obstante, para las ciudadanas y ciudadanos que se rehúsan a renunciar a la participación política, esto nunca ha sido una opción. Pero, ¿qué hacer cuando no se puede ejercer un voto para premiar a quienes lo han hecho bien –porque consideramos que todas las opciones políticas lo han hecho mal– y tampoco se puede ejercer un voto para castigar a quienes lo han hecho mal –porque carecemos de una multiplicidad de votos para desestimar a todo el espectro de partidos políticos que sentimos que se aprovechan de las prerrogativas electorales–? Frente a este escenario es que muchas y muchos han optado por el voto nulo.

Anular el voto significa actuar como ciudadana o ciudadano responsable y ejercer un derecho en el contexto de una ausencia de opciones políticas verdaderamente representativas de los intereses ciudadanos; significa tomarse en serio el juego democrático aún y cuando sabemos que los jugadores no están precisamente en las mejores condiciones; también implica valorar la importancia de participar aun cuando se carezca de opciones de participación. Pero, también, anular el voto representa una toma de postura moral frente al desastre en que se ha convertido el panorama de los partidos políticos: estos reciben un financiamiento público, tienen acceso a medios de comunicación para difundir sus mensajes y dilapidan el dinero en baratijas que esperan les atraigan el voto ciudadano. Esto no puede continuar así. Por eso es quienes anulan su voto, lo hacen para mostrar que, aunque están seguros de que el mejor camino para transitar como comunidad política es el demócrata, no se puede tolerar un sistema de partidos que opera de espaldas a la ciudadanía.

Por todo lo anterior, me parece más que pertinente la propuesta de iniciativa de ley del diputado federal Agustín Basave, para que se asegure que los votos que se hacen de manera deliberada con el propósito de castigar a quienes lo han hecho mal políticamente –lo que él ha denominado votos blancos– sean tomados en cuenta en relación con el listado nominal de personas electoras –no en relación con el padrón electoral completo–  y que esto se refleje en el financiamiento que se otorga a los partidos políticos. La novedad de esta propuesta es que hace patente una vieja regla de la democracia que no pierde vigencia: los fallos de la democracia sólo se curan con más democracia y con una mayor transparencia y control ciudadano.

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