En una sociedad en donde nos enseñaron siempre estar a la sombra del hombre, donde hemos estado bajo la manta de una institución religiosa que oculta, para mantener control; nos encontramos nosotras las mujeres, que ahora, en el siglo XXI festejamos el día de la madre de una forma distinta. Sobre todo, ésas mujeres que saben a lo que me refiero.
No quiero parecer aguafiestas, pero sinceramente considero que cada día que tenemos la oportunidad de despertar, debemos celebrar el ser quienes somos en cada una de nuestras facetas y hoy, dejamos de ser madres abnegadas, para convertirnos en mujeres integrales y que tenemos la oportunidad de experimentar día a día un amor inimaginable que en cada etapa se va transformando. El amor de una madre permanece intacto, es real y generación tras generación se vuelve a sentir la intensidad que genera el amor maternal. Lo que ha cambiado, es la visión con la que una madre trabajadora educa a sus hijos, les otorga desde su adolescencia temprana la facultad de decidir, mientras ella no puede hacerlo por ellos porque se encuentra en una junta, les otorga la confianza de decisión cuando tienen que actuar y ella se encuentra atendiendo una cita, los educa en base a la solución de problemas en lugar de ser solucionados por ella. ¡Eso si! siempre acompañándolos y estando al pendiente.
Ésta, es la imagen que yo veo en cada una de las mujeres trabajadoras contemporáneas y por eso celebramos no sólo un día sino todos los días, el ser madre. Lo interesante es que ahora, somos capaces de disfrutar, de sentir y vivir cada día, hemos desarrollado la capacidad de darnos cuenta que la vida se vive diariamente y cuando estamos trabajando, ejercitándonos o en una reunión, nuestro corazón se encuentra ligado a ellos sin importar que no estemos de manera física. Desarrollar la habilidad de una comunicación basada en la confianza, es la clave, y aunque no tenemos todo resuelto y aunque todavía nos pesan las culpas por no ser madres de acuerdo al modelo de antaño insertado en nuestro chip mental, somos madres auténticas, más completas en consecuencia de las experiencia que se nos han presentado, de acuerdo a los obstáculos que hemos tenido que vencer.
Ser madre, es la aventura más intensa que hayamos elegido vivir. En donde la creatividad, la voluntad, la responsabilidad, la disciplina, la constancia y la firmeza juegan un papel esencial. Es la faceta más exigente y la de mayor impacto, no sólo en tu vida como individuo, si no en la vida de aquellos que procreaste. Siempre en estado de alerta inconsciente, siempre pensando en todo.
Ser mujer es lo mejor que nos puede pasar, pero ser madre es simplemente lo máximo.
Sonriamos a la vida y sobretodo agradezcamos hoy por la fortuna de poder experimentar el amor incondicional y más profundo que existe en cualquier parte del universo.
Gracias a quienes junto con nosotras, nos ayudaron a procrear al final, nunca hubiera sido esto posible sin ellos.