El futbol es un estado de ánimo, alguna vez expresó Jorge Valdano, llamado el “filósofo” de este deporte y campeón mundial en México 86, lo que provoca que muchos políticos quieren aprovecharse de las emociones que provoca para que el fervor que el carisma de los jugadores les sea transferido y ganar algo de popularidad. Aunque no es exclusivo del soccer este intento de mimetismo (recordemos a los ganadores de la Serie Mundial o el SuperBowl visitando la Casa Blanca) pero es donde más se da el fenómeno al ser el mayor deporte global.

Cinco millones de personas salieron en Argentina a festejar su tercera copa y de inmediato en la Casa Rosada, sede del poder ejecutivo federal, planeó la recepción de los campeones mundiales. Sin embargo, la Asociación de Futbol Argentino decidió no asistir a reunirse con el presidente.

¿Existe una correlación entre el éxito deportivo y el éxito de un grupo político? Lo sucedido hace días no es el único caso, es una constante donde el poder político quiere usar el poder de convocatoria para sus propios fines. Ha pasado desde la Italia fascista, la Alemania nazi y la propia Argentina de la dictadura. O incluso, la relación entre Gallos Blancos y el gobierno de Querétaro que este año vivió momentos complicados.

Para el sociólogo argentino Pablo Alabarces, autor de “Historia Mínima del Futbol En América Latina”, toda relación entre futbol y política es ilusoria: “No hay relación entre futbol y política que no sea ilusoria. Un montón de gentes (políticos, periodistas, analistas) creen, sin embargo, que esa relación existe y es simplota: si ganan, ganás; si pierden, perdiste. Si hay Mundial, ‘la gente’ no piensa en otra cosa, pobres tontitos”, escribió en su artículo “La cortina de humo: 16 apuntes sobre futbol y política en tiempos de mundiales”.

A lo largo del texto, Alabarces pone ejemplos y contraejemplos de la correlación entre política y futbol, donde destaca el citado caso del uso del Mundial del 78 que pretendidamente la dictadura usó como cortina de humo para ocultar sus atrocidades: “Olvida que la dictadura no precisaba tapar nada, por la mismísima condición clandestina de la represión: estaba todo tapado, no se torturaba ni se fusilaba en público.”

Y concluye: “La dictadura, así como absolutamente cualquier gobierno en cualquier lugar de la galaxia en cualquier tiempo que sea, utilizó un evento deportivo en la ilusión de que el éxito garantiza consenso social, político y cultural. Nunca, pero nunca, ha habido pruebas de que ese consenso efectivamente se produzca”.

Y en Querétaro, también sus gobiernos han querido usar a los Gallos Blancos para generar ese consenso, sobre todo en contextos electorales como en 2009, donde tapizaron el estadio de azul y naranja pero el PAN perdió ante el PRI.

Por eso valdría la pena revisar la relación presupuestal entre el gobierno y el equipo, sobre todo tras lo sucedido en la trifulca del estadio Corregidora y que próximamente puede reabrir sus puertas a los aficionados.

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