Históricamente, el trabajo no remunerado tanto doméstico como de crianza y cuidados de niños y niñas y de personas enfermas, con discapacidad o adultas mayores, ha sido asignado a las mujeres.

A pesar de los beneficios que una verdadera igualdad en el hogar tiene para niños y niñas, para las familias y para la sociedad general, la resistencia cultural para la participación de los hombres de manera activa al interior de los hogares sigue siendo el pan de cada día.

Equilibrar el trabajo doméstico y de cuidados en casa es una discusión que va más allá de decidir quién lava los platos en el fregadero. Es en realidad una lucha profunda por lograr una verdadera igualdad y un reparto justo de la carga de trabajo entre quienes viven en el mismo espacio.

Cuando pensamos en el cuidado, la crianza y el trabajo doméstico, tendemos a pensar en las mujeres porque por siglos, debido a estereotipos y roles de género rígidos, se ha designado a las mujeres como las principales cuidadoras en nuestra sociedad, a pesar de que hoy en día, un gran número de mujeres trabajan fuera del hogar como parte de la fuerza laboral remunerada.

El desequilibrio y las asimetrías en las cargas de trabajo en el hogar perjudica a todas las personas, pero tiene un impacto mucho mayor en las mujeres que no reciben ningún tipo de remuneración por las labores que realizan y en aquellas que enfrentan dobles y triples jornadas de trabajo diario al llegar a sus casas después de 8 horas (más traslados) en fábricas, oficinas, mercados y en el campo.

Diversas investigaciones muestran que cuando los hombres asumen y normalizan su corresponsabilidad en las labores de cuidado esto trae beneficios para sus familias, la economía, la sociedad en general pero sobre todo para ellos mismos.

Desafortunadamente, cuando los hombres se involucran y asumen su parte en el cuidado, las labores domésticas y la crianza, se enfrentan al estigma social que deviene de prejuicios obsoletos. Estos prejuicios se transmiten de una generación a la siguiente y se perpetúan a través de la desigualdad de género en el cuidado y el trabajo doméstico en el hogar, las representaciones sesgadas de los medios, las leyes y las prácticas machistas en sus lugares de trabajo.

La igualdad comienza en el hogar, por eso es tan importante que todos los niños y niñas vean a los hombres con los que conviven en casa dedicados de manera activa al trabajo doméstico y de cuidados. Esto cambia la manera en la que, sobre todo los niños aprenden sobre la responsabilidad de participar en las labores del hogar de la mano de todas las personas que integran su familia.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 5: Igualdad de Género, plantea que todos los países generen las políticas públicas y campañas que conduzcan a la sociedad a reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerado.

Además deben garantizar la prestación de servicios públicos, la creación de infraestructura y la formulación de políticas de protección social, y promoviendo la responsabilidad compartida en el hogar y la familiar.

Lograr que el trabajo de cuidado y doméstico se realice de manera equitativa al interior de los hogares es indispensable para procurar el bienestar de millones de mujeres que nunca pueden descansar, otro derecho humano primordial.

Se necesita de la participación cada vez más comprometida de los hombres que han decidido compartir su hogar con las mujeres que aman. No olvidemos, los hombres también educan, y los hombres que asumen su responsabilidad doméstica educan mejor con el ejemplo.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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