Tras una prolongada huelga que duró 19 días (que se sintieron como si fueran 500 noches, agregaría parafraseando a Joaquín Sabina), ésta llegó abruptamente a su fin el pasado miércoles cuando tras un fallo de la Junta de Conciliación y Arbitraje (JLCA) en donde imputa la responsabilidad de la huelga al patrón, es decir, la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), lo cual obliga a conceder todos los puntos del pliego petitorio del Sindicato de Trabajadores y Empleados (STEUAQ).

Fue el punto culminante de una semana de confrontación política donde, el lunes, universitarios salieron a la Plaza de Armas a exigirle al gobernador que sacara las manos del conflicto que vivía la universidad y le exigían diálogo público; al día siguiente, se haría público el laudo de la JLCA y el miércoles el STEUAQ retiraba las banderas de huelga y entregaba la instalaciones universitarias.

Sin embargo, el propio rector de la UAQ, Gilberto Herrera Ruiz, manifestó que cumplir con el pliego petitorio significaría dejar a la universidad en una inviabilidad financiera, toda vez que no se cuentan con los recursos y que, por ello, se ampararían ante la justicia federal.

Es decir, el conflicto había comenzado una escalada a otro nivel, una pelea que se daría en los tribunales y que sería larga y desgastante para todas las partes involucradas.

La petición de diálogo encontró eco el jueves y finalmente se encontraron el gobernador Francisco Domínguez y el rector Gilberto Herrera.

Ahora, tras la pausa de las fiestas religiosas, este lunes la UAQ y el sindicato de trabajadores llegaron a un acuerdo finalmente, el cual fue firmado en el Palacio de la Corregidora donde el propio gobernador fungió como testigo.

¿Es este el fin del conflicto o es sólo un impasse? Hasta el cierre de edición en que se entregó este artículo, aún no se hacían públicos cuáles eran los puntos finales que ponían fin a esta huelga de 19 días, pero todo parece indicar que todas las partes tuvieron que ceder, en términos deportivos diríamos que es un empate; cabe recordar que en política un empate sabe a gloria comparada con una derrota.

Así, la universidad se prepara para intentar recuperar el tiempo perdido, donde el mes de marzo quedará marcado como el mes de la guerra universitaria. Y digo guerra porque los simpatizantes de todos los bandos se enfrentaron verbalmente tanto en redes sociales como en tertulias personales.

Llega abril, un mes donde nos corresponde convertirlo en el mes de la concordia y construir acuerdos para fortalecer a nuestra universidad.

Muchas cosas se avizoran en el horizonte de la universidad, entre ellas, una adelantada sucesión, porque pese a que aún restan casi dos años a la actual administración universitaria, algunos suspirantes jugando al futurismo ya comienzan a mover sus piezas pensando en las próximas elecciones internas.

Antes de pensar en sucesiones, los universitarios tenemos que hacer un análisis crítico de los recientes acontecimientos y con ello fortalecer a nuestra alma mater.

Periodista y sociólogo

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