Si en política, forma y fondo van de la mano, resulta indispensable preservar la primera para no afectar la segunda. En el actual proceso transformativo parece no haber cabida para la capacidad de asombro, las formas se desvirtúan, desfigurando al fondo.

Inusitado que un presidente de la República envíe a la delincuencia al carajo, con fuchis y guácalas. Inusitado que el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, desde la tribuna mande textualmente a chingar a su madre a sus compañeros diputados. Inusitado que el subdelegado del ISSSTE en Michoacán se refiera públicamente a pirujas y nalguitas. La política predicadora de AMLO funciona, el oyente se identifica con los agravios y reclamos invocados por el orador, sintiéndose representado por la figura de un líder.

AMLO se va contra los conservadores y los neoliberales quienes a lo largo de 36 años se dedicaron a saquear al país. Pregunto: ¿Nada positivo aportaron los últimos 6 gobiernos al país? ¿Todo fue mala leche, incompetencia y ambición desmedida? ¿Nosotros-usted y yo-nos sabíamos conservadores? ¿Somos entonces malos mexicanos? ¿Y si dentro de 6 años el nuevo Mesías nos acusa de haberla regado por sumarnos a la 4T? ¿Por qué para elogiarse a uno mismo, es imperioso desacreditar a terceras personas? López Obrador desdeña a la oposición para que los conservadores no regresen al poder en 2024, y si así ocurriera, no hubiera marcha atrás, ya que estarían establecidos los controles para obstaculizar reincidir con viejas mañas.

El desdén con que el Ejecutivo se refiere a sus adversarios, denota rencores acumulados, resentimientos guardados y hasta un probable ánimo de desquite. Un jefe de Estado pugna por tener el mínimo posible de adversarios, conciliando y convenciendo, evitando innecesarias confrontaciones verbales, absteniéndose de aplicar apodos y apelativos.

AMLO en su sincero afán por abatir la incontenible inseguridad y la corrupción, ha llegado a utilizar la meritoria ascendencia moral alcanzada entre sus adeptos, para sermonear públicamente a aquellos que “se portan mal”. Al infractor de normas éticas se le puede amonestar, pero hasta allí.

La fórmula para afrontar los retos que como país sobran, es: crecer. Sin crecimiento no hay desarrollo. Hagamos de lado los calificativos, conservadores, neoliberales o liberales, lo importante es crecer, el desarrollo será la consecuencia natural.

Analista político

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