El FMI confirmó lo observado desde el cuarto trimestre de 2018: una desaceleración global. Fiel a su costumbre, sin embargo, cree que habrá una recuperación en 2020.

Inicialmente, desde 2017, esperaba que la economía mundial creciera en 2019 en 3.9%; en enero pasado la redujo a 3.7%; y ahora la puso en 3.3%.

El Fondo raramente ve que hay un cambio fundamental de tendencia que puede durar más de un año. Por lo mismo, después de corregir a la baja de 3.7% a 3.3% el crecimiento esperado en 2019, simplemente proyecta una recuperación a 3.6% en 2020.

La recuperación, sin embargo, no se aplicaría a todos los países, aunque sí al conjunto. Con esta práctica usual de tratar los ciclos económicos, el FMI parece ignorar o no querer ahondar en los verdaderos problemas que explican no sólo la desaceleración comentada, sino, aun más, el debilitamiento sistemático de economías muy importantes.

Dos ejemplos vienen al caso. Uno es la zona euro, en donde su estimación de crecimiento para los dos años 2019 y 2020 no bajó mucho, quizás porque ya estaba demasiado baja. La de 2019 pasó de 1.6% a 1.3%; y la de 2020 de 1.7% a 1.5%. En la breve discusión sobre esta zona, discute sus problemas como si se tratara de una economía pasando por un ciclo normal.

Así, comenta que los problemas ahí son el debilitamiento de la confianza de empresas y consumidores, retrasos para las reglas de emisión de vehículos a diésel, incertidumbre de la política fiscal en Italia, y protestas callejeras en Francia.

El elefante en el cuarto no lo discute, es decir, la parálisis de una zona que no puede crecer por insuficiente gasto de inversión, el cual no es posible por las reglas sobre los déficits de los países impuestas por la Comunidad en Bruselas, para contener el aumento de la deuda pública. Esto, cuando el Banco Central Europeo, aun con tasas negativas de interés desde 2014, ya demostró que es poco más lo que puede hacer para reanimar la inversión.

El FMI no discute la posibilidad de que la política monetaria de la zona euro haya llegado a un punto donde es inefectiva, como tampoco trata el tema de la moneda común, donde se origina gran parte de su crisis y la incapacidad para recuperarse.

Otro caso es Argentina, a quien dio un crédito de 56 mil millones de dólares y en donde los inversionistas ven problemas crecientes. Tasas de interés muy altas, inflación alta, contracción de la demanda, y entorno social muy difícil. Aquí, el Fondo sólo ve una caída del producto este año debido a la política macroeconómica aplicada para reducir los déficits, seguida de crecimiento en el segundo semestre.

En cambio, sí ve mayor desaceleración en Estados Unidos, donde el gobierno desafió la ortodoxia fiscal, al hacer una reducción de impuestos aun con un déficit fiscal alto, y la ortodoxia del libre comercio, para frenar en lo posible la excesiva penetración de importaciones chinas y europeas. Aquí, el Fondo espera crecimiento de 2.3% este año reduciéndose a 1.9% en 2020. Lo que vemos en este país, sin embargo, son cifras récord de creación de empleos, aumento moderado de salarios, ausencia de inflación, continuidad sorprendente en aumentos de utilidades de las empresas y nacimiento también sorprendente de nuevos negocios. Quizás es la desviación de la ortodoxia en este país lo que impide al Fondo evaluar esta economía como la evalúan hoy los inversionistas y empresarios.

Lo más valioso de los informes del Fondo está en lo sistemático y ordenado de sus cifras históricas y su análisis, no en su visión del ciclo económico más allá del año que transcurre.

Analista económico. rograo@gmail.com

Google News