Al comenzar a escribir estas líneas tenía planeado hacerlo sobre el inicio de las precampañas a los distintos puestos de elección popular y los primeros actos folclóricos de nuestra clase política con el afán de ganarse la simpatía del electorado.

Sin embargo, el tema principal de agenda no son las campañas, los precandidatos en este momento son actores secundarios y quizá hasta irrelevantes en medio de la pandemia de Covid-19.

En marzo nos fuimos a cuarentena con la confianza de que en el verano todo volvería a la normalidad. Pero terminó el verano y se inventó la nueva normalidad para disimular el hecho que lo peor apenas estaría por llegar en el invierno. La vacuna se convirtió en la nueva esperanza, pero nada ha podido frenar la ola de contagios ni en México ni en la mayoría del hemisferio occidental. Frente a la esperanza de la vacuna se anteponen las noticias desalentadoras, por ejemplo, en nuestro estado en la semana que recién terminó se registraron 3 mil 79 casos, cifra que supera ampliamente a los registrados en junio y julio.

Pero ya no son estadísticas que nos parecen ajenas; en menos de 24 horas he sabido de tres amigos que buscan un tanque de oxígeno para un familiar y de otras muertes de algún conocido. A ello, hay que sumarle los familiares de quienes he recibido noticias que están enfermos.

“¿Dónde puedo conseguir un tanque de oxígeno?”, “¿Sabes de un lugar más barato donde se pueda conseguir?, nos cobran 12 mil pesos por un tanque”, son tan solo un par de preguntas que me han hecho sin que pueda dar una respuesta.

Cada vez se cierra más el círculo sobre y no sabemos cuándo nos tocará o si saldremos bien librados. Esto es una danza macabra, como esos poemas tardomedievales tras la Peste Negra del siglo XIV, que se cantaban para recordar lo frágil de la vida.

Recientemente encontré una traducción-adaptación de uno de estos poemas de la Baja Edad Media, el cual parece describir este momento. Es del escocés William Dumbar, nacido a mediados del siglo XV, y la adaptación que encontré es de Armando R. V., comparto un fragmento: “Nuestras dichas, ay, son vano espejismo / astucias de un destino transitorio; / Débil la carne, de cara al abismo / El temor a la muerte me perturba … / Nada hay firme o seguro en esta vida: / Escuálida hojarasca que se agita / Donde la voz del hombre es desoída / El temor a la muerte me perturba / En la muerte se hunden los estamentos / príncipes, prelados y potestades / ricos y pobres del polvo fermentos...”

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