Si un día la 4T fracasa, no será por obra de sus adversarios sino por la polarización entre quienes rodean al presidente López Obrador.

La crisis política que detonó el movimiento en contra de la violencia de género es evidencia de una honda fractura y el tema divisivo es el mismo que por siglos ha apartado a liberales y conservadores: el papel de la mujer, tanto en la sociedad como en la política.

Mientras los conservadores la quieren subordinada en lo público y sometida en lo privado, el pensamiento liberal asume a la mujer como un sujeto activo en todas partes, libre y en equidad.

Durante los últimos días esta pugna histórica que tanto obsesiona al primer mandatario ocupó la habitación principal del Palacio Nacional.

El jueves de la semana pasada la poeta y académica Beatriz Gutiérrez Müller decidió, sin regateos, apoyar la convocatoria celebrada por un colectivo feminista de la costa de Veracruz autodenominado Las Brujas del Mar.

Se trata de un grupo de mujeres que nació en internet, hacia finales del 2019, con el propósito de protegerse y denunciar la violencia de género.

No hay nada en su origen o desempeño que pueda vincularle con los enemigos de Andrés Manuel López Obrador o la 4T. Sin embargo, después de la trágica muerte de la niña Fátima, Las Brujas del Mar —acaso inspiradas en la película Un día sin mexicanos, de Sergio Arau— convocaron para que las mujeres hicieran notar su indignación a través de un acto masivo de ausencia femenina, el próximo 9 de marzo.

Muy pronto la iniciativa contagió a cientos de miles, al punto que inclusive la esposa del presidente dio el espaldarazo. No obstante, horas después, cambió de opinión y optó por promover un llamado para descarrilar la iniciativa de las veracruzanas.

“Contra el paro de actividades” se puede leer en la propaganda que, en revancha, apoya al presidente López Obrador y quiere distinguirse de los pañuelos morados, utilizando pañuelos blancos.

Ya que Gutiérrez Müller no ofreció una explicación de su ir y venir, el sábado se preguntó al marido si tenía alguna idea del errático proceder de su cónyuge.

López Obrador respondió que “ella es (una mujer) muy libre, (pero) … se debe tener cuidado porque (en el movimiento) están metidos los conservadores … (Detrás) hay mano negra, para decirlo con claridad.”

Esa convicción que Gutiérrez Müller no tenía en un principio coincide con otras como la expresada en el mismo sentido por el diputado Gerardo Fernández Noroña:

“(L)a derecha encontró una causa en la cual montarse … Ahora auspicia un paro nacional disfrazado de protesta de mujeres. Y las compañeras de izquierda, yéndose de boca con la trampa.”

No se requiere de más evidencia para denunciar cuán conservadores pueden ser algunos de los hombres que integran la 4T: para evitar que ellas se vayan de boca y caigan en la treta es muy necesario que los varones salgan en su auxilio.

Para ellos las mujeres pueden ser las brujas del mal, detrás suyo hay una mano negra que las manipula, son libres pero ingenuas, de izquierda pero tontitas, atrabancadas, pues, a las que es necesario rescatar de sí mismas.

Aunque la 4T cuenta también, entre sus filas, con mujeres que, como dijera la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, antes de formar parte del gobierno ya pertenecían a la lucha feminista: son ellas, sin duda, el costado más liberal de la coalición gobernante.

En voz de Martha Delgado, subsecretaria de Relaciones Exteriores: “(el paro activo del 9 de marzo) es para defender (la) aportación indispensable (de las mujeres) a la sociedad.”

El tema de la violencia de género, y todavía más radical, el de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, su vida y su conciencia, divide hoy a la 4T entre conservadores y liberales.

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Es una paradoja que, frente a las demandas del movimiento feminista, Andrés Manuel López Obrador haya decidido quedarse en la orilla de los conservadores. ¿Será esto sólo responsabilidad de las Brujas del Mar?

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