“La iglesia ya había visto una considerable oposición a su gobierno y la había abordado de forma implacable. Incluso desde sus comienzos se vio obligada a desbancar una interpretación rival de las enseñanzas de Cristo que preconizaban los distintos grupos de primeros cristianos…”, escribió Gary Lachman en su libro “El ocultismo en política. Historia secreta de la búsqueda del poder” y en Querétaro estamos observando claramente dos posturas contrarias entre sí. Por un lado, quien representa a los grupos económicos de las familias de añejo abolengo, cuyo pacto eclesiástico ha dañado toda expresión de libertad y por otro, quien se apoya únicamente en logotipos federales; es decir, aquel se sustenta en la tradición histórica del Bajío y aquella persona vacua, improvisada y oportunista, en un sueño personal, imposible de realizarse. Ambos con enormes fantasmas en sus haberes. Caja Libertad, uno que otro municipio y desprestigio, resultado de la corrupción del ente político que representa y la otra persona, su desmedido afán económico, publicitario y consciente de haber practicado el nepotismo y haberse vendido a una embotelladora al emitir una resolución. Recordemos que Alexander Dugin en “La Cuarta Teoría Política” sostiene que, el populismo debe unir la derecha de los valores con el socialismo, la justicia social y el anticapitalismo; así, podemos afirmar hasta ahora, que quien representa los intereses económicos de la región con la venia de la Iglesia, se sentará en la silla del más alto nivel, ya que, podrán más los intereses y valores de la ultraderecha, ante la supuesta reconfiguración de la izquierda. Ambos personajes con historias familiares controvertidas y quizá perjudiciales en sus afanes; cierto, el miembro de cualquier familia, no puede responder (a veces) de las conductas de sus congéneres, empero, como un ser expuesto al escrutinio público, los dos contendientes deberán aclarar pasajes, posturas y conductas contraria al Derecho, cometidos por sus cercanos. Interesante será ver, cuál de ellos, aún posee buen sentido del humor, humildad con dignidad para rodearse de especialistas, simpatía y autoridad espiritual para congeniar y en su caso representar a la juventud, sangre fresca y convencida de poder cambiar el rumbo político y social; es decir, demostrar que su actuación pública es fruto de una experiencia transparente y no un mero capricho nacido de alguna sugestión momentánea. (Continuará).

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