Nuevas generaciones crecerán
con el veneno que los adultos no se atreven
a eliminar”

Marian W. Edelman

Para 2015, Europa vivía uno de los momentos más álgidos del debate migratorio, habían ingresado a la Comunidad más de un millón de personas que huían de situaciones críticas en sus países, algunos por la violencia e intolerancia religiosa impuesta por el Califato de ISIS en Medio Oriente, otros de las penurias económicas que los condenaban a la miseria extrema a niveles cuasi apocalípticos, unos más, particularmente desde vastas regiones del África, escapando del calentamiento global que convirtió en desiertos inhóspitos lo que apenas unos años atrás eran sus tierras y visualizando, por vez primera, de manera mucho más evidente y clara, la migración climática.

En ese mismo año había más de 940 mil solicitudes de asilo político en los países de la Comunidad Europea y unos 3,500 seres humanos habían muerto en el intento por arribar a las costas de Grecia o Italia, entre ellos el pequeño sirio, Aylan Kurdi, de tres años de edad, cuya imagen, inerte, ahogado en las costas turcas, le dio la vuelta al mundo.

Pero también en 2015, Francia lloraba con sangre con los atentados yihadistas del noviembre negro. Solo dos años después, en 2017, Europa avanzaba su crisis migratoria con más de 65 atentados terroristas y unas 350 víctimas mortales. Migración se volvió, para muchas opiniones, un sinónimo de terrorismo, peligro y muerte.

Con todo, dada la marginación económica de las clases menos favorecidas de Europa surgió la tentación popular del discurso nativista y radical que culpó a los extranjeros de todos los males: desde la falta de empleo, más bien atribuible a la salvaje robotización y automatización informática de procesos, hasta la pérdida de “valores” e “identidad” que surgió del miedo de otroras mayorías blancas que ahora se sentían minorías.

Europa continúa inmersa en la crisis, el discurso antiinmigrante ha llevado a nuevos movimientos políticos y a radicalísimos líderes a conquistar puestos de poder que antes jamás hubieran imaginado. El discurso políticamente correcto de tolerancia e intercambio cultural ha ido cediendo terreno frente al movimiento identitario al grado de considerar dignos de aplausos discursos que bien podrían atribuirse al nazismo de Hitler.

Así Europa, más educada, más rica, más acostumbrada a lo extranjero, más refinada y mucho más tolerante que Latinoamérica. Entonces, ¿qué viene para nosotros?

De entrada, aceptar que en cuestión de meses la migración será uno de los mayores problemas de México tal como hoy lo sigue siendo para Europa luego de varios años de lidiar con el tema.

Si nos atenemos a los resultados de las últimas encuestas sobre la percepción del tema migratorio, podremos notar que una clara mayoría de la población mexicana se decanta por el freno a la ola migrante y mucho menos por una postura empática de la nación ante una crisis humanitaria.

Aguas con los movimientos identitarios mexicanos que podrían encontrar ahí una oposición radical al discurso de puertas abiertas para todos del Presidente.

Cosa curiosa, para fin de año, de seguir las cifras como van, podríamos tener un millón de migrantes más en el país… Justo como el 2015 europeo.

DE COLOFÓN.- Si el Presidente tiene otros datos diferentes a Pemex en materia de producción de petróleo va a ser una noticia devastadora para su calificación crediticia. De verdad, ¿nadie le dice lo que vale el peso de su voz en los mercados?

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