He decidido hacer un análisis sobre el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador ante el Congreso por ser el primer acto del nuevo gobierno. Ya no fue el mensaje del candidato, sino del presidente constitucional donde hablaba por primera vez de manera oficial a la Nación.

Analizaremos diagnóstico del país, combate a corrupción, desarrollo económico, seguridad social y seguridad pública.

Coincido con el presidente de la República que México vive una transición donde el pasado no termina de morir y el futuro no termina de nacer. Él ha dado a llamar a este proceso la Cuarta Transformación política de México; comienza con “un cambio de régimen” realizado de forma pacífica y ordenada, pero profunda y “radical”.

Mucho se ha cacareado la cuarta transformación, pero tenemos poca claridad y certeza sobre el rumbo. Hay un catálogo de buenos deseos, pero muy pocas definiciones sobre los cómos para lograrlos.

Tiene razón AMLO cuando nos dice que la crisis de México se originó por el predominio de “la más inmunda corrupción pública y privada.” Nada ha dañado más a México —nos dice el presidente— que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el poder.

“El sistema en su conjunto ha operado para la corrupción. El poder político y el económico se han nutrido mutuamente y se ha implentado como modus operandi el robo de los bienes del pueblo y de la riqueza de la Nación. Se trata de una red de complicidades para hacer ne gocios al amparo de gobierno…la corrupción se convirtió en la función de poder político”.

Comparto la idea del presidente cuando afirma que el sistema político mexicano es un modelo de corrupción organizada, una mafia de corrupción enquistada en el poder político que no sólo es corrupto, sino corruptor. Por eso era urgente un cambio disruptivo.

Estoy totalmente de acuerdo con el diagnóstico pero falta mucho por definir en cómo se va a combatir la corrupción y la impunidad. Aplaudo el compromiso del Presidente que hace público a la nación cuando dice: “Con apego a mis convicciones y en uso de mis facultades, me comprometo a no robar y a no permitir que nadie se aproveche de su cargo o posición, para sustraer bienes de erario o hacer negocios al amparo del poder político”.

Aquí AMLO nos deja su compromiso claro de no corrupción: “Pondremos orden en la cúpula del poder, vamos a limpiar al gobierno de la corrupción de arriba para abajo, como se limpian las escaleras. Otro distintivo del nuevo gobierno será la separación del poder económico del poder político. El Gobierno ya no será un simple facilitador para el saqueo, no va a ser un comité al servicio de una minoría rapaz”.

Deja claro AMLO su compromiso anticorrupción. No sabemos cómo lo va lograr, pero necesitará férreos controles administrativos y un claro enfoque de la Ley de Pareto para fiscalizar y vigilar las áreas de mayor riesgo de corrupción (recaudación, compras, licitaciones de obra pública, asociaciones público-privadas, sector salud, pago de nóminas, etc.). Y tendrá que ser implacable para sancionar al corrupto.

Por otro lado, falta a la verdad AMLO cuando acusa y sataniza lo que da a llamar neoliberalismo y señala: “El distintivo del neoliberalismo es la corrupción”

La corrupción no tiene ideología como nos lo quiere hacer creer el presidente López. Conozco mucha gente de izquierda, incluso del sector obrero, que se ha corrompido a niveles inimaginables cuando han llegado al poder.

Lo que debe tener presente el presidente y Morena es la máxima de Lord Acton, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. La mayor corrupción se ha dado siempre que predomina la cultura del patrimonialismo en el ejercicio del poder. Es decir, cuando los gobernantes se creen dueños, dueños del poder, dueños de la cosa pública, dueños de la verdad.

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