La calle es el espacio público por antonomasia. Lugar en donde se expresan las ideas, los sentimientos, la cultura, la protesta y el apoyo. En México, por muchos años, la calle fue el espacio privilegiado y podría decirse que único de la oposición.

Los regímenes posrevolucionarios tuvieron como uno de los pilares del corporativismo los sectores campesino, el obrero y el popular. En actos oficiales, ceremonias cívicas, mítines a favor de los candidatos del PRI o actividades del Presidente en turno llenaban calles y plazas. Eran las fuerzas vivas de la Revolución al servicio de la escenografía oficial. Como en otros aspectos de la vida pública, el Estado ejercía el monopolio de la manifestaciones sociales.

En 1968, los estudiantes arrebataron la calle al régimen. Antes lo habían intentado hacer los ferrocarrileros en la década de los cincuenta y los médicos en los años sesenta. Ante el control absoluto de la información, la manipulación y la represión, la calle fue el espacio de expresión de los estudiantes en 1968 y 1971.

A la respuesta autoritaria del gobierno, poco a poco la sociedad comenzó a organizarse. Dos aspectos fueron fundamentales para terminar con el fantasma de la represión del 2 de octubre y del 10 de junio: el régimen se agotó en las décadas de los setenta y ochenta, la pluralidad avanzó en la sociedad y las bases del control corporativo y clientelar se agotaron. El espacio privilegiado de estas expresiones fue la calle.

Vinieron los sismos y la solidaridad social, de 1985; el movimiento estudiantil y la reforma universitaria de 1986 y 1987; la insurgencia ciudadana y la defensa del voto, de 1988; el recibimiento a la caravana zapatista, de 2001; la marcha por la paz y la seguridad, de 2004; las movilizaciones en contra del desafuero, de 2005; la resistencia civil en contra del fraude, de 2006; las marchas por una paz con justicia y dignidad, de 2011, y el movimiento #Yosoy132, de la primavera de 2012.

El pasado miércoles 22 de octubre, los estudiantes nuevamente se apropiaron de la calle. Lo hicieron en solidaridad de los 43 integrantes de la normal rural de Ayotzinapa. Marcharon en el Distrito Federal y en varias ciudades del país; lo hicieron de forma organizada y multitudinariamente.

Desde el 22 de octubre, en la banqueta, lejos de la movilización, se quedaron los partidos políticos. La calle rebasó a los liderazgos tradicionales de la clase política. No sólo se trata de los integrantes de las comunidades de la instituciones de educación superior involucradas en esta movilización, sino de los ciudadanos; las mujeres y hombres que cada vez en mayor número acompañan a las protestas estudiantiles.

Andrés Manuel López Obrador y MORENA están rebasados por el movimiento social. Su presencia es importante, pero en su reciente concentración en el Zócalo acudieron sus más fieles seguidores y el voto duro de Morena. El PRD está fuera de la calle. Esto es el resultado de un paulatino alejamiento de las demandas y apoyo al movimiento social.

El movimiento ha rebasado a los grupos radicales y anarquistas que aprovechan las marchas y concentraciones para agredir.

También acompañan a los estudiantes, miembros de varios partidos que, mientras marchan por las calles junto a los estudiantes, no expresan públicamente su militancia.

La calle es el espacio de los espontáneos, de las mujeres y hombres que se unen libre y voluntariamente a una causa.

Los partidos corren el riesgo de quedarse con su voto duro o las movilizaciones construidas por medio del control político y corporativo, mientras la calle pertenece al movimiento social.

Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República. @MBarbosaMx

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