El jueves pasado el gobierno federal anunció que a partir de este año, cada 18 de julio se realizará en Palacio Nacional una ceremonia conmemorativa por el aniversario luctuoso de Benito Juárez.

En este evento, la cónyuge del mandatario, leyó el discurso del poeta Jesús Urueta en 1901. Se trata de un poema elaborado cuando Porfirio Díaz, era presidente de México, y se preparaban los festejos del primer centenario del inicio de la lucha de Independencia; Díaz libraba una lucha intestina con los liberales.

Díaz siempre recurrió a la figura de Juárez para unir a los liberales divididos; es decir, utilizó la figura del Benemérito de las Américas a tal grado que se le mitificó, sobre todo a partir de 1904, cuando se promovió la instalación de bustos de Juárez en plazas públicas.

El elogio enfático de Gutiérrez Müller, y dicho por Jesús Urueta hace más de cien años, donde “el 18 de julio no es el día de la muerte, es, señores, el día de la resurrección…” es parte de la propaganda de la 4T.

Una y otra vez, el presidente ha dicho que el Benemérito es su fuente de inspiración. Pero, ¿qué tanto se apega a las ideas del oaxaqueño? “Yo me inspiro en Juárez, tengo como ideal seguir el ejemplo, quiero ser como él, quiero ser como el mejor presidente que ha habido en la historia de nuestro país: un indígena zapoteco”.

Pero el sentido de esta postura está muy lejano a los postulados del Benemérito de las Américas; algunos columnistas opinan que “la verdadera cara de la 4T es otra”. “Todos callados, todos disciplinados, escuchar sin cuestionar, atacar a los preparados y expertos”. Da una orden y quienes lo rodean la acatan sin preguntar si viola la ley, si cumple con la Constitución”, es una mala política pública que tendrá efectos contraproducentes. El Presidente sigue hablando a la ligera. Descalifica todo y a quienes no piensan como él. Miente con facilidad.

Otros expertos opinan que el régimen que está tratando de construir López Obrador está infectado de conflictos de intereses. La negación de ello no lo ayuda, ni tampoco el engaño que todo el gobierno es honesto porque él se dice honesto.

El gobierno ha demostrado sus afanes centralistas, de regresar al Estado la intervención de todo o prácticamente todo el quehacer político, económico, social, cultural, legal, más que al Estado, regresárselo al ejecutivo federal, al presidente. A diario, la 4T interpreta la voluntad del pueblo, pero siempre por la vía de su presidente. Y es que solo él conoce lo que pide su pueblo. Estamos ante el paternalismo y el asistencialismo que se convierten en políticas clientelares.

El presidente, quiere imponer el futuro basado en una deformación de la historia, pero sobre todo del presente.

Con la 4T no hay elementos ni factores de soporte que la reconozcan como una “transformación” del país, es simplemente una frase de promoción de su campaña. La 4T tiene dos caras, la de sus adversarios y oponentes, donde todos son inmorales y por tanto corruptos, y la del presidente, donde nadie es inmoral ni corrupto porque como él no lo es, tampoco el resto.

Benito Juárez personificó el respeto a las instituciones. Simbolizó la legalidad y, con ello, la supremacía del orden constitucional, desde que, al golpe de Estado de Comonfort, cuando éste, desconocía la Carta Magna emanada de la Revolución de Ayutla, Juárez asumió el gobierno legítimo y sostuvo la bandera de la Constitución.

Juárez representó la voluntad de consumar una profunda transformación sobre los anacronismos subsistentes del antiguo Estado y, para ello, cimentó un nuevo orden institucional al expedir las Leyes de Reforma, que actualizaron la organización de la sociedad civil sobre las bases reformistas de la separación de la Iglesia y el Estado.

Esta administración está muy lejos de cimentar un nuevo orden de gobierno, simplemente es un lema de campaña: la 4T.

Expresidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local.

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