¿Cómo hacer un balance del gobierno actual en materia educativa? ¿Es posible ser claros, objetivos e imparciales ante la creciente polarización o el deseo de conseguir más likes, retuits, seguidores o un puesto?

La crítica a la política educativa, a mi juicio, tendría que evitar el juicio ad hominem (contra la persona) para centrarse en el proceso de gobierno. Para lograr esto, debemos buscar referentes distintos más allá del atributo personal. Es en el plano im-personal en donde podríamos ver más claramente los avances y retrocesos de un curso de acción tendiente a resolver un problema educativo. Al hacerlo, podríamos entender mejor esa problemática y quizás, estar más dispuestos a colaborar en su resolución.

Otro recurso para poder hacer un juicio crítico, inteligente y fundamentado de la acción pública es, sin lugar a dudas, la información. Contar con datos válidos, evidencia científica y comparaciones a lo largo del tiempo nos puede hacer ver las cosas más claramente que sólo teniendo simpatía por el Líder, prejuicios o un corselet ideológico. Me refiero aquí a la ideología - aclaro y siguiendo a Octavio Paz -, al “sentido negativo de esta palabra, es decir, en velos que interceptan y desfiguran la percepción de la realidad”.

Precisamente para ver más claramente y entender mejor lo que ocurre en el Sistema Educativo Nacional (SEN), celebro que se haya publicado el reporte Indicadores nacionales de la mejora continua de la educación en México 2020 por parte de la Mejoredu. Del resumen de principales hallazgos, extraigo tres puntos.

Primero, se reconoce que antes de la “Cuarta Transformación” hubo avances significativos en la materia. El porcentaje de estudiantes “que cursa cada nivel en las edades consideradas idóneas o típicas […] ha ido en aumento”. Asimismo, la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación, avala que la población “cuenta con mayor nivel de escolaridad que en décadas pasadas”. Hacer un diagnóstico desapasionado es un paso hacia delante para impulsar una mejora educativa real.

Pero, en segundo lugar, los datos también muestran que la buena idea de hacer obligatorios todos los niveles educativos, genera desmejoras. A costa de la expansión de escuelas, quizás se ha precarizado el trabajo docente. Cuatro de cada diez profesores en secundaria, según la Mejoredu, en el ciclo escolar 2018-2019, fue contratado por horas, mientras que en media superior y superior esta proporción ascendió a seis y a siete, respectivamente. ¿Se puede mejorar así la educación?

Tercer y último punto. Bien haría la Secretaría de Educación Pública preguntándose porqué, como lo documenta la Mejoredu, no se pudo retener a 1.1 millones de jóvenes de bachillerato en el ciclo escolar 2017-2018, pese a los programas de becas hasta entonces existentes. ¿No requeríamos un esquema de apoyos más integral e imaginativo para la juventud que sólo repartir dinero? La política educativa tendría que cambiar en función de la crítica que razonada y abiertamente hagamos.


Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS).

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