Hace apenas unos días, tuve la oportunidad de realizar un viaje con amigos fotógrafos, el cual tenía considerado desde hace prácticamente una década, y que por múltiples razones se pospuso hasta este año. El destino fue Alaska, en los Estados Unidos de Norteamérica, con la idea de visitar el parque nacional y reserva de Katmai, un lugar con poco más de 16,500 kilómetros cuadrados de superficie, caracterizado por ser una zona volcánica, que debe su nombre al monte Katmai, un estratovolcán y donde a partir de julio de cada año, hay un lugar específico donde se reúnen osos grizzly, una subespecie de los osos pardos que en aquella zona llegan a pesar hasta un poco más de 650 kilos y a medir alrededor de 2.4 metros, parados sobre sus patas traseras,  aunque tradicionalmente son animales solitarios, durante el verano se reúnen y conviven con cierta tolerancia en ríos, aprovechando la migración del salmón rojo para alimentarse con abundancia y poder acumular grasa suficiente para entrar en hibernación durante los últimos meses del año, una vez que lleguen las primeras nevadas.

El salmón es un pez de aproximadamente 45 centímetros de longitud, en algunos casos excepcionales llega a medir más y tiene la característica de ser una especie animal que puede vivir tanto en agua dulce como salada, pasando sus primeros años en ríos y lagos para después ir al mar y finalmente regresar río arriba a su lugar de nacimiento, para asegurar la reproducción y finalmente morir.  Ese proceso de migración ha permitido que en Alaska —como en algunas otras zonas del mundo— se observen con facilidad. Cabe mencionar que la carne del salmón es una de las más apreciadas en el mundo por su color y sabor, así como las múltiples formas de prepararla y cocinarla, haciendo también que la pesca comercial y deportiva sean actividades preponderantes en aquella zona.

Una zona de cascadas conocida como Brooks Falls es punto de reunión de un gran número de osos, ya que tan sólo en la zona de reserva de Katmai habitan alrededor de 2 mil ejemplares, que aceptando convivir ante la posibilidad de contar con abundante alimentación durante unos meses, se convierte en algo muy atractivo para quienes nos agrada el contacto con la naturaleza y a los fotógrafos nos concede un sinnúmero de oportunidades para disparar la cámara y capturar imágenes que por sí mismas, le brindan una narrativa al espectador. Así también, siendo Alaska uno de los estados más grandes, ofrece una gran cantidad de paisajes y lugares donde el agua asegura un buen hábitat para la flora y fauna, permitiendo que las vistas sean espectaculares por la gran cantidad de montañas que visten el horizonte y nos regalan la posibilidad de mantener viva la capacidad de asombro.

Sin embargo, en contraparte, hay que tener mucho cuidado en los recorridos, ya que  en otros lugares te encuentras alces y osos negros. Particularmente, en el parque Katmai llegamos a un campamento donde prácticamente convives en tiempo real con los osos grizzly, ahí enfrentas riesgos que te obligan a seguir y respetar una serie de normas  de convivencia, en las que destacan nunca ir solo;  mantener sana distancia;  ir haciendo ruido en tus recorridos a pie por los senderos y hablar, cantar, aplaudir, usar un cascabel, etcétera, y si por alguna razón te topas con alguno de ellos, nunca correr, no mirarle a los ojos —ya que lo interpretan como un reto—, hablar pausadamente y alejarse si es posible, además de nunca llevar comida, ya que el oso tiene uno de los olfatos más sensibles y buscan con mucho acierto el alimento. Es inevitable encontrarlos con frecuencia en espacios abiertos, por lo que acampamos en zonas que mantienen una pequeña cerca electrificada que les inhibe ingresar donde pernoctamos. El parque está vigilado durante ciertas horas por los Rangers, nombre para los guardabosques que controlan el tránsito de visitantes en algunas áreas. A pesar de que la mayoría de los osos están acostumbrados a la presencia de seres humanos, nunca dejan de ser animales salvajes, en especial las madres con crías y uno no debe dejar de considerar este hecho.

Conocer un lugar así, con días muy largos, es una imborrable experiencia de vida, que permite maravillarse de todo lo que hay por allá, pero también debo reconocer que siempre será muy agradable regresar de nuevo a casa, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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