La noticia fue reportada por EL UNIVERSAL la semana pasada. Magdalena Aguilar Romero, nutrióloga y madre de familia, fue asesinada brutalmente en Taxco, Guerrero. Las autoridades han acusado formalmente a su ex pareja, hoy prófugo. Magdalena lo había abandonado tras una terrible historia de violencia doméstica. Ella tuvo el amor propio para dejar a su pareja que la golpeaba, dijo “no más” y tomó a sus hijos para salir huyendo del infierno de la violencia. Magda murió por ser mujer.

La historia de Magdalena es dolorosamente común: abuso, maltrato, vejaciones, golpes, insultos, víctimas de explotación y trata. Denuncias, denuncias, denuncias, que no llegan a ningún lado. Alertas de género que no protegen a nadie ni evitan su cotidiana repetición. Las cifras muestran que estamos ante una crisis nacional. Mientras que en 2015 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportaba 389 casos de feminicidio, para 2014 la cifra había aumentado a 580. Y el año pasado, según la estadística más reciente, se presentó una cifra de 671 feminicidios en todo México. ¡Un crecimiento de casi el noventa por ciento en solo dos años!

Debemos hacer justicia a Magda y a las miles de mujeres que cada año sufren toda clase de abuso; si queremos evitar estos crímenes y abusos, tenemos que ir a las raíces de la violencia estructural en contra de la mujer. Y esto exige que la sociedad entera se ponga frente al espejo y tenga el valor de decirle a las cosas por su nombre: machismo, misoginia, discriminación, desprecio, acoso sexual, violación, marginación económica y falta de oportunidades. Tenemos que volver visible para después hacer inaceptable el odio contra la mujer que se manifiesta lo mismo en los pasillos alfombrados de un corporativo que en los pisos de tierra de una casa en un pueblo. Ya no podemos seguir descubriendo con dolor e impotencia los cadáveres de jóvenes que ni siquiera empezaban a vivir, mucho menos a labrar su nombre; de madres que dejan a hijos menores en la orfandad, cargando además el daño irreparable de la violencia ejercida por otro familiar.

Hoy es necesario levantar la voz como mujeres para defendernos colectivamente. Refrendo mi voluntad de ser Presidenta de México para proteger a las mujeres, para luchar con todas mis fuerzas contra la discriminación de las que son objeto, contra la trata, contra el abuso y la violencia que se ejerce sobre ellas. Como candidata plantearé un programa para proteger a todos, para dar seguridad —en la calle y en su casa— a todas, para dar certeza en el futuro a los jóvenes y una nueva educación igualitaria para todas las niñas y los niños. Convocaré a la sociedad toda para que, sin más pretextos, tengamos el valor de cambiar para siempre nuestra actitud ante la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos.

Durante mi campaña haré un llamado a las mujeres de México: vamos a unirnos en esta lucha mundial, que no es por quitarle nada a nadie, ni por desplazar a nadie, ni por imponer agendas de nadie. Si en algo estaremos de acuerdo todas las mujeres es en nuestro derecho a la vida, nuestro derecho a existir, a ser nosotras mismas, con respeto a nuestra dignidad y a la dignidad de los demás, a que la ley y las instituciones nos protejan.

Cambiemos de mentalidad para cambiar a México y hacerlo más igualitario. Aprendamos a respetarnos, hombres y mujeres. Construyamos convivencia a partir de valores compartidos. Yo seré la Presidenta que protegerá a las mujeres, desde su infancia, y quien desde el gobierno trabajará sin descanso para que las instituciones se sacudan la corrupción, la misoginia y la indolencia y comiencen a tratar y a defender a todos por igual. Mujer mexicana: mi voz será tu voz, y te aseguro que nos van a escuchar porque nos haremos escuchar.

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