No cabe duda de que la falta de consciencia social puede resultar un severo problema para las personas, sobre todo cuando éstas, por la razón que sea, ostentan una posición de peso en la sociedad, como podría ser un cargo público. Este es justamente el escenario de Elsa Méndez que se ha dedicado no sólo a esparcir ideas falsas, sino a atacar a los seguidores de la libertad en muchos aspectos.

El pasado 31 de enero, la diputada local del Partido Encuentro Social por el sexto distrito de Querétaro, tuiteó un comentario que se consideró homofóbico y hostil para la comunidad LGBT+ y para quienes apoyamos la libertad y el progreso social. El facineroso mensaje dictaba “La homofobia no existe. Es el enemigo imaginario que se tuvieron que inventar para poder hacerse las víctimas eternas”.

A raíz de las denuncias que tuvo el tuit, la cuenta de Méndez fue temporalmente suspendida. Esto generó opiniones divididas; había personas que celebraron una medida de esta naturaleza como respuesta para detener los ataques homofóbicos de la diputada, pero también había otras que denunciaban este acto como censura a la libertad de expresión. ¿Qué apuntes hay que tomar en cuenta aquí?

Desde luego, la libertad de expresión es un pilar fundamental en los regímenes democráticos como el que se ejerce en nuestro país. Es esencial preservar esta libertad (y muchas más), ya que nos permite, entre varias acciones, ofrecer nuestro punto de vista e introducirnos en el debate público de cualquier índole, por ejemplo, en lo político y en lo social. No obstante, hay quienes confunden esta libertad de expresión con la posibilidad de declarar cualquier cosa que pase por la mente. Parecieran clases básicas de educación y de adaptación a la sociedad cuando debemos recordar a las personas que la libertad de expresión termina cuando lo expresado daña, transgrede y socava a terceros, como es el caso del tuit y de los muchos comentarios que han emanado de Méndez y de muchas otras personas, como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Rodrigo Duterte, etc.

Ahora, la pregunta es: ¿hizo bien Twitter en suspender temporalmente la cuenta de Méndez o es un acto de censura? La situación nos indica que fue un acto de censura, no cabe duda, pero uno que demandaba ser efectuado como respuesta contra las implicaciones severas que se desprendían de la expresión de la diputada. Una cosa es ofrecer un anuncio en beneficio a la sociedad, por ejemplo, y otra cosa muy diferente es difundir un ataque hacia un grupo vulnerable que busca su libertad.

El mensaje de Méndez evidentemente buscó atacar a la comunidad LGBT+ y a quienes la apoyamos, es decir, estaba cargado de animadversión que podría incitar al odio y, por ende, a la violencia. No es difícil recordar que en el pasado reciente Twitter suspendió la cuenta de Trump por incitar al odio y la violencia. Si bien, la diputada no hizo un llamado a atacar algún recinto gubernamental, sus mensajes han dirigido repudio hacia un grupo vulnerable en la sociedad, colocándolo en una posición aún más vulnerable y con mayores probabilidades de ser afectado. Esto no es progreso social, en contraste, es socavar una parte de la sociedad.

Algunos días después, Méndez regresó a Twitter con una actitud claramente cínica y sin recapacitar en lo que había ocasionado. Pareciera que esta medida no generó en ella un cambio de percepción, como si el suceso haya sido circunstancial. Sin embargo, no lo es y este evento marca un precedente para ella y para aquellas personas que expresen ideas que transgredan y discriminen a terceros o que los coloquen en una posición vulnerable. La diputada podrá actuar como si nada hubiese pasado, pero si volviera a incurrir en difundir mensajes de odio y animadversión, es certero que conoce cuáles serían las consecuencias de sus males sociales.

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