Hace apenas unos días, me reuní con líderes estudiantiles del IMEF Universitario en una comida amistosa. Les platicaba de la importancia que tiene y la diferencia  que significa el asumir las actividades de participación y liderazgo desde la etapa de estudiantes, en especial cuando dedicas la mayoría de tu tiempo a realizar los estudios que te permitirán atesorar un valioso patrimonio personal y único cuando concluyes tu formación técnica o profesional. Indudablemente el terminar la etapa estudiantil, te marca para el resto de tu vida, más allá de que emprendas algo nuevo o distinto a ello. Normalmente consideramos que el conocimiento y la educación personal, profesional y técnica, son las mejores herramientas para hacerle frente a los retos de la vida cuando uno concluye la etapa estudiantil y se incorpora de lleno en la vida productiva. Sin embargo, junto con lo anterior, las habilidades y capacidades personales para socializar, hablar en público, coordinar grupos de trabajo y asumir retos que significan riesgos y fracasos, entre otras cosas, son y serán factores que seguramente harán efectos catalizadores en el crecimiento laboral de los jóvenes, complementando la riqueza de una formación personal.

Al platicar con estos tres estudiantes y cabezas en sus universidades, fue inevitable viajar al pasado y recordar mi experiencia personal desde la preparatoria en la UAQ y los estudios de carrera en el entonces ITESM, donde participé en las sociedades de alumnos y en lo que fuera la primera versión de la federación estudiantil del Tecnológico de Monterrey en Querétaro. Había entonces que organizar eventos, reuniones, ideas, etcétera. De igual manera, aunque aparentemente no era lo ideal para un estudiante, yo ya trabajaba desde muy chavo en el negocio familiar y recuerdo una anécdota en particular de la escuela. Tenía yo 19 años de edad y en dos materias, tuvimos un compañero mayor, de origen cubano y quien supongo que rondaría por el inicio de sus treintas, él trabajaba en Kellogg’s en el área de mercadotecnia y en algún ejercicio que realizamos en clase me dijo con mucha certeza, al saber que yo trabajaba en comercio: “ya te veo participando en la Cámara de Comercio en un futuro breve”. Yo pensaba, de dónde se le ocurre imaginar eso. Al concluir la carrera profesional, que en aquellos años era de 10 cuatrimestres y significaba titularte apenas rebasando la segunda década de edad, efectivamente a los pocos meses me invitaron a la Cámara de Comercio, de la que fui presidente, unos pocos años más tarde, a los 25 años de edad, y por azares del destino, coincidí en un evento con este compañero de clase, Carlos Gutiérrez, quien al saludarme me dijo inmediatamente: ¡Te lo dije! Él era entonces ya director de la compañía aquí en Querétaro y al paso de los años lo fue en Latinoamérica,  más tarde llegó a ser secretario de comercio en los Estados Unidos, en el gobierno del presidente Bush. Sin duda, tenía una visión clara.

Recuerdo que para los jóvenes de aquel entonces, nos costaba el doble de trabajo aspirar y crecer, ya que la percepción de la edad era muy distinta a como lo ve la sociedad hoy día. Había nervios y temor, en especial cuando teníamos un micrófono enfrente, pero las ganas y la emoción nos fueron dando las tablas necesarias. No obstante, siempre es fundamental reconocer que las cosas llegan y llegarán a su tiempo, en su justo momento. Lo importante es no dejar de aprender y de asumir los retos con entusiasmo e ilusión y entender que el esfuerzo cotidiano es medio boleto para la oportunidad, el otro medio está muchas veces relacionado con las circunstancias. Así, les comenté que más tarde incursionamos en política, arte y cultura como promotor y fotógrafo, pero sin dejar jamás de ejercer la carrera profesional, como lo hago hasta la actualidad, cuando ya el elevador de mi vida está por llegar, en poco más de un año, al sexto piso.

Muchas ocasiones, algunas personas me dijeron que era muy chamaco para andar en esos menesteres, pero afortunadamente no les hice caso.

Concluí la plática recomendándoles que le den rienda suelta a sus sueños y que la única manera de saber si las cosas valen la pena, es haciéndolas e intentándolas. Deben saber que hoy los jóvenes tienen una perspectiva mucho mayor a la que teníamos hace 40 o más años, pero también enfrentan retos muy diferentes en tiempo y forma, así como en el cambio que ha marcado particularmente la tecnología. Lo que se debe mantener son los valores de saberse corresponsables en una comunidad, entender que el dinero y el éxito, no son solo un fin, sino también instrumentos para hacer cosas buenas en beneficio de quienes carecen de todo.

En fin, es emocionante saber que los ciclos se repiten y que hay que impulsar y apoyar a los jóvenes de hoy, ya que ellos tendrán esa misma responsabilidad y oportunidad al paso de los años y de cada generación a las que nos cobija esta hermosa entidad, el Querétaro nuevo que deseamos conservar

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