El próximo viernes se cumplirán seis años del ridículo que hizo el entonces candidato Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, cuando fue cuestionado y criticado por la mayoría de los estudiantes que asistieron al acto en la institución. Minutos después, en su huida —o temor—, optó por refugiarse en uno de los baños.

La inconformidad que representaba su candidatura entre los jóvenes del país fue notoria. El ímpetu y las ganas por visibilizar sus voces provocaron que los jóvenes de la Universidad Iberoamericana contestaran de manera creativa a la afrenta de titulares de medios de comunicación y del discurso priísta que trataron de desacreditarlos.

El video que subieron a YouTube para demostrar que 131 eran estudiantes de la Universidad y que estuvieron ese día para gritarle a Peña Nieto fue el surgimiento de un movimiento social denominado #YoSoy132, primero visible en el entorno digital y después en calles y plazas públicas.

Seis años después, valdría la pena recordar y dimensionar que el sistema político-económico de este país no sólo sigue marginando y estigmatizando a los jóvenes, sino que los golpea, agrede, desaparece y mata. Ayotzinapa, Tlataya y los homicidios de los tres estudiantes de la Universidad de Medios Audiovisuales en Jalisco son solamente tres muestras de cómo la clase política pripanista gobernante ha sido omisa y cómplice de las muertes de miles de jóvenes en los últimos años.

Además las condiciones laborales del siglo XXI, por más que se esfuercen en decir o repetir las “ventajas” de la reforma laboral, son otro frente de ataque y agresión a los jóvenes mexicanos.

Recientemente la revista Forbes publicó una nota, con base en estadísticas de organismos e instancias internacionales, que muestra cómo los salarios a los que aspiran nuestros jóvenes son de pobreza y sus derechos laborales nulos.

Los jóvenes de este país continúan exigiendo condiciones para acceder a una educación de calidad, empleos con prestaciones y derechos laborales, otras formas de organización y expresión, así como una clase política que verdaderamente los represente y defienda o fortalezca sus derechos.

Están hartos de que los resortes del sistema político sigan limitándolos —por más que aparezcan institutos o secretarías “nuevas” presumiblemente pensados en ellos—. Muestran un hartazgo porque los partidos políticos, al momento de legislar, defienden sólo los intereses de los oligopolios, de los grandes barones del dinero en este país y de las cúpulas y elites.

Son conscientes de la desigualdad social y económica que padecemos, culpa principalmente del neoliberalismo y sus políticas, de la pésima distribución de la riqueza de este país, de la falta de pluralidad y diversidad en la mayoría de los medios de comunicación, así como de la corrupción rampante y arraigada en el sistema político y partidista.

Si algo les molesta sobremanera, dentro de la heterogeneidad y diversidad propia de la juventud, es que se busque desacreditarlos, invisibilizarlos o menospreciarlos en medios de comunicación o espacios públicos. También les generan malestar las mentiras que candidatos han dicho por décadas y que les quieran ver la cara. Están hartos y, estoy seguro, no tolerarían otro fraude electoral, aunque muchos señalen que a los jóvenes no les interesa la política.

Las visitas de los candidatos a la Presidencia al Tecnológico de Monterrey (ITESM) hace más de una semana, los videos y las reacciones generadas en redes sociodigitales y plataformas de internet, pero sobre todo las críticas y las falacias señaladas después de que un grupo de jóvenes presente ovacionó y gritó “¡Presidente, Presidente!” al candidato de Morena, volvieron a generar una respuesta creativa de estudiantes de la institución educativa de nivel superior.

#YoGrité es muestra de que los jóvenes no están dispuestos a ser invisibilizados o callados por los grandes intereses económicos. Lo ocurrido, los tuits de apoyo a AMLO y el impacto del hashtag podrían ser herramientas de estudio para los analistas políticos. Si bien esto no ha detonado el surgimiento de otro movimiento social, el episodio en el ITESM y la reacción en redes inevitablemente me recordó el #YoSoy132 y el viernes “negro” para Peña Nieto.

Hay “caldo de cultivo” para que los jóvenes fortalezcan su visibilidad en el proceso electoral y en los medios de comunicación. Es tiempo de escucharlos.

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