El apoyo a las y los jóvenes deber ser, siempre, una constante en las instituciones. En ese contexto, es motivo de orgullo para Querétaro, el que Magaly Villeda Cabrera, una adolescente de 17 años que pertenece a la Universidad Autónoma de Querétaro, campus Jalpan, haya obtenido el Premio Nacional de la Juventud 2020-2021.

Y no es para menos, con mucho trabajo, esfuerzo y dedicación diseñó un biosensor de cristales líquidos para detectar enfermedades neurodegenerativas asociadas al Covid-19, junto con investigadores de la Harvard y la Universidad de Chicago.  De verdad que ella, y los demás jóvenes que fueron galardonados, son un ejemplo a seguir para las futuras generaciones, ya que han demostrado que, con determinación, disciplina, perseverancia, esfuerzo e ingenio, se pueden conseguir grandes metas, incluso ante un escenario adverso como la pandemia.

Sin embargo, el caso de Magaly es como una estrella fugaz en un cielo oscuro y nublado.  Y es que nuestra juventud está envuelta en circunstancias complejas que no les permiten crecer ni desarrollarse plenamente.

Más allá de adicciones y malas influencias, está el reto del desempleo juvenil.

En los últimos años se ha dado prevalencia a disminuir la tasa de deserción escolar, lo que es deseable y aplaudible; sin embargo, el problema al que se enfrentan ahora muchos jóvenes entre 18 a 29 años, es la falta de empleo y el reducido nicho de actividades económicas que se ofrecen.

En los años 90 y anteriores, se dio impulso al modelo de superación vía preparación académica, con la idea de que una licenciatura o maestría garantizaban un futuro laboral prometedor. Posteriormente, en el nuevo milenio, prevaleció el modelo del emprendedor y el desarrollo de productos, servicios e inventos con perspectiva de negocio.

Lecturas como “Padre Rico, Padre Pobre”, “Pequeño Cerdo Capitalista”, o programas de televisión como “Sharck Tank”, impulsaron ese modelo de proyección. No obstante, la población crece y las oportunidades se han ido reduciendo, en un entorno cada vez más frío y competido, donde las transnacionales monopolizan gran parte del mercado.

De acuerdo con información de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el sector de las y los jóvenes fue el más golpeado laboralmente en la pandemia, donde 1 de cada 6 perdió su empleo y, hasta agosto de 2021, todavía existían cerca de un millón de jóvenes entre los 20 a 29 años que no habían podido recuperar sus trabajos. En el caso de las mujeres el entorno es más difícil, pues además de que las oportunidades son más acotadas, 8 de cada 10 son madres solteras o desempeñan funciones de cuidado del hogar sin remuneración alguna.

Hoy, nuestros jóvenes optan en mayor medida por el camino fácil, como la informalidad o el trabajo a destajo, sin seguro social, estabilidad en el empleo o prestaciones. Además, su ingreso es precario frente a sus necesidades elementales como: vivienda, comida o vestido.

Por lo anterior, es que el logro de Magaly y sus demás compañeros es de aplaudirse y reconocerse, ya que nos recuerda que, como sociedad, tenemos una gran responsabilidad con la juventud: garantizar y buscar mecanismos para apoyarles, no solo en su crecimiento académico, sino en oportunidades reales de empleo y calidad de vida para el futuro. Ese es el reto.

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