En algunas universidades, el semestre está por acabar no así la reflexión de nuestra práctica docente en línea. ¿Qué valoramos durante el forzado encierro? ¿Qué porcentaje de nuestros jóvenes fueron excluidos por el “sistema” de educación superior mexicano? ¿Qué enseñamos distinto por medio del Zoom? ¿Fuimos capaces de cambiar o el personal administrativo, directivo y académico siguió actuando como si nada hubiera ocurrido afuera de la universidad?

Tomando en cuenta los resultados de un sondeo que realizamos en mayo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ sobre el quehacer del estudiante y del docente, hubo que modificar el programa de estudios y las reglas de evaluación de los cursos para responder a lo que ahí algunos jóvenes demandaron: para poder aprender durante la emergencia, “el maestro debe organizarse mejor y decirnos qué quieren que aprenda” (Herrera, Solís, Solís y Flores-Crespo).

En este sentido, dar clases de Teoría Social este semestre fue particularmente relevante. Lo que “quería que aprendiera” el joven en este curso era la elaboración de explicaciones profundas sobre porqué los individuos de una determinada sociedad se comportan de tal manera. Para ello, quise “organizarme” ¿mejor? pidiéndoles que eligieran un fenómeno de la realidad actual que les llamara la atención, el cual, debían analizar mediante las distintas herramientas teóricas a lo largo del semestre.

Este ejercicio creo que dio buenos resultados. Algunos estudiantes al elegir como tema de la práctica la “indiferencia social” ante la pandemia, nos ayudaron a pensar que el ambiente que rodea a la persona tiene un poder limitado para explicar por qué la gente se comporta de determinada manera. “Ni un virus como el Covid que pone en riesgo la vida nos hace modificar automáticamente conductas individuales”, observaron. Entonces, ¿qué explica que a “la gente” le valga, que “no entienda” que debe cuidarse? ¿Es esto reflejo del egoísmo? ¿Cómo se construye la “conciencia colectiva” en México? El debate prosigue.

Interesante fue también que al intentar explicar los fenómenos sociales que les preocupan a los jóvenes (violencia de género, identidad, clasismo, linchamientos, migración depresión, entre otros), éstos levantaron sugestivas preguntas. En un cuestionamiento a la “relación romántica” —que según una joven podría derivar en misoginia—, quedamos invitados a pensar si no habría “otras formas de relacionarnos afectivamente” los seres humanos. Cuerpo, sentimientos y sociedad parece que requieren formas de análisis renovadas ante la crítica de la mujer.

Finalmente, en sus ejercicios prácticos, los jóvenes se enfrentaron a la clásica tensión entre lo que podemos hacer y pensar los individuos y lo que dicta el contexto. Pero al haber elegido temas de actualidad, noté que pudieron entender mucho mejor la profunda complementariedad entre la libertad humana y la estructura social. La educación en línea no necesariamente frena el aprendizaje.

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