"Para que la acuña apriete, debe de ser del mismo palo", reza un dicho popular y la dirigencia estatal de Morena decidió aplicarlo en el terreno electoral y apostar por una figura formada en las fuerzas básicas y conocedor de las entrañas del Partido Acción Nacional y postularlo como su candidato a la capital del estado.

Morena, que pretendidamente se coloca en el espectro ideológico de izquierda, se empaniza para ver si logra arrebatarle algo de ese pastel electoral llamado Querétaro a los panistas, que tienen muy bien asentados sus reales en el Centro Cívico.

Desde el punto de vista pragmático se puede entender que Morena postule a un candidato externo que no tiene identificación ideológica alguna con sus principios programáticos, todo en la consecución del poder; total, ese es la finalidad de los partidos políticos: hacerse del gobierno.

Sin embargo, desde el punto de vista ideológico y discursivo a Morena se le plantea una profunda contradicción al postular a alguien con profunda raigambre panista y que en elecciones pasadas era parte fundamental del equipo de Mauricio Kuri, hoy candidato blanquiazul a la gubernatura.

Esto sin hablar de la decepción de las bases de Morena que desde la década pasada se la jugaron para formar el partido en el estado y hoy ven como los principales puestos de elección no les favorecen.

A Morena en menos de diez años le sucedió lo que en los años 90 advertía Luis H. Álvarez le sucedería al propio PAN: el dilema de ganar el poder sin perder el partido.

Hoy, Morena apuesta por ganar el poder, por lo menos la capital, pero corre el riesgo de perder el partido y la promesa de que eran un partido distinto, que se regían por principios y no por ambiciones. Todo se ha derrumbado como un castillo de naipes y hasta el candidato de Redes Sociales Progresistas, Miguel Nava, aprovecha el momento e invita a los desengañados a que se unan a su partido, aunque, en efecto, algunos planean la fuga, pero esta será hacia el PT.

En la democracia dirigida que es Morena como partido, los perfiles que prefiere como candidatos son personajes adinerados que sustenten sus campañas; así, Arturo Maximiliano en Querétaro y Juan Alvarado en San Juan del Río, son el prototipo del “proletario” de la autodenominada Cuarta Transformación que van a pelear primero por los pobres.

Morena nació como un movimiento que se convirtió en partido, el pragmatismo los lleva a hacer alianzas y postular gente completamente ajena a sus postulados como Arturo Maximiliano; si la apuesta electoral le sale y ganan la capital, habrán triunfado como partido pragmático, pero habrán sido derrotados como movimiento social que pretendía cambiar a México. Podrán ganar el poder, pero perdieron el rumbo del partido.

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