Hay muchos análisis que se pueden hacer sobre lo que ha sucedido los últimos días entre Irán y EU. Por lo pronto, se logra evitar un escalamiento de las hostilidades al nivel de un conflicto armado mayor. Sin embargo, dado que los factores básicos que derivaron en esta espiral siguen todos ahí, debemos considerar lo que puede suceder con ese potencial conflictivo durante las semanas y meses que siguen. Paralelamente hay que intentar un análisis más hondo relacionado con los posibles impactos que estos eventos están teniendo en cuanto al papel que EU juega en esa y otras regiones del mundo.

En lo inmediato, Trump se lleva una importante victoria política. No solo porque liquida a un elemento tan estratégico como Soleimani, sino porque puede venderla a su audiencia interna como un gran “golpe al terrorismo” sin involucrar a EU en una intervención militar mayor, de esas que tanto ha criticado.

Ahora bien, pareció haber una confluencia de intereses entre el líder supremo de Irán, el ayatola Alí Khamenei, y el presidente estadounidense. Ninguno de los dos deseaba una guerra frontal. Pero además de eso, si una de las metas expresas del ayatola era expulsar a EU de la región, empezando por Irak, los recientes eventos parecen preparar el escenario para conseguirlo. Y en este sentido, Trump es, paradójicamente, su mejor aliado. Lo sabemos no únicamente por sus discursos y por sus tuits, sino por las decisiones que ya ha efectivamente tomado en cuanto a tropas en sitios como Siria o Afganistán.

Pero si la voluntad de Trump no basta, la situación que ha resultado a partir de los sucesos de la última semana, parece haber quedado preparada para ayudarle a decidirse. Irán no ha terminado de vengarse por la muerte de Soleimani. Hay que entender que Teherán trabaja con otros tiempos, prefiere respuestas más paulatinas, elige cuándo y cómo sorprender y, además, elige cuando asumir y cuándo no asumir la autoría de los hechos. Esas medidas de combate asimétrico y estrategias de desgaste de Irán o de sus aliados hacia EU o sus aliados, probablemente se van a intensificar con todo el potencial que ello tiene para elevar nuevamente la espiral hacia niveles peligrosos.

Pero al margen de todo ello, hay otra reflexión que se ha vuelto cada vez más necesaria. Por razones financieras, de política interna y de geopolítica, EU no tiene ya la capacidad de tener presencia en todas partes del globo al mismo tiempo. Incrementar su presupuesto militar, como lo requiere la competencia armamentista y geopolítica que Washington está teniendo que librar con Rusia y China, conlleva costos muy importantes. Como resultado, EU lleva ya años demostrando que necesita priorizar sus recursos y esfuerzos. Además, sus aventuras militares de los últimos 18 años tienen ya agotado a un electorado que no comprende cuál es el objetivo de invertir dinero que no se tiene en esas aventuras percibidas como lejanas, ajenas y eternas.

No estoy diciendo cosas que no se sepan. La percepción del declive relativo del poder de EU para influir en los eventos globales ya está provocando vacíos en todo tipo de regiones. Vacíos que otros poderes deciden cubrir. Rusia y China lo han entendido bien. Y si ahora, los eventos de los últimos meses, semanas y días, contribuyen al retiro de las tropas estadounidenses de Irak, se estaría agregando un nuevo vacío al escenario. Actores no estatales como ISIS, o bien, potencias regionales como Irán, están esperando ese momento.

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