Según Trump, él pidió la renuncia a su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton. Según Bolton, él fue quien renunció. Aunque sabemos que había muchos desacuerdos entre el presidente y su asesor, según reportes, el factor detonante de la renuncia fue Irán. Según otros reportes, el detonante fue Afganistán. De modo que vale la pena revisarlos y, sobre todo, tratar de entender qué es lo que este episodio nos muestra acerca de un Trump para quien EU no tiene por qué estar involucrado en conflictos ajenos, lejanos, costosos y largos, que no aportan ganancias tangibles a la superpotencia. Esta perspectiva choca de frente no solo con la de Bolton, sino con la de los sectores más duros de Washington para quienes la superpotencia debe hacer mucho más para proyectar su poder global.

En el caso de Irán, para Bolton, el mayor error de Obama y quienes negociaron el acuerdo nuclear fue haber dejado la opción militar fuera de la mesa. “Para parar a Irán, hay que bombardear a Irán”, escribió Bolton en 2015, en un editorial. Esto debía ser corregido por la administración Trump y lo que está ocurriendo es lo contrario. Trump ha enviado el mensaje de que no está dispuesto a una guerra de esas de las que tanto critica. Está dispuesto a disminuir la presión máxima con tal de lograr lo que hasta hoy no ha conseguido: sentar a Irán a renegociar el pacto. Esa fue la gota que derramó el vaso.

Por otro lado, después de haber incrementado el número de tropas estadounidenses en Afganistán, Trump ha estado “anunciando” varias veces, el retiro de dichas tropas, además de las que EU tiene en Siria. Sin embargo, cada vez que lo anuncia, se topa con el consejo de asesores como Bolton, quienes le indican que lo que había “anunciado” era inviable. Esto es lo que le llevó a la decisión de sentarse a conversar con los talibanes para llegar a términos que fuesen moderadamente aceptables a fin de poder salirse de ese “lejano” y “ajeno” embrollo. En teoría, los talibanes se harían responsables de “acabar” con el terrorismo en ese país, incluidos los ataques propios, así como los ataques de Al Qaeda e ISIS. En la agenda de Trump, eso era más que suficiente para negociar el retiro de tropas estadounidenses y algún acuerdo político para que los diversos actores afganos se entendieran entre ellos. No obstante, conforme las negociaciones se fueron complicando, Trump tuvo que ir cediendo ante Bolton y otros, y tuvo que aceptar que el retiro de tropas estadounidenses iba a ser parcial y paulatino. Esto satisfizo a ciertos sectores dentro de los talibanes, pero no a todos. Y justo cuando había un acuerdo casi sellado con el liderazgo talibán, un ataque terrorista en Kabul, perpetrado la semana pasada por talibanes, orilló a Trump a echarse para atrás y cancelar todo este proceso. Hasta acá, obviamente, Bolton estaba conforme. Lo que pasó, sin embargo, fue que Trump declaró que a pesar de lo que acababa de ocurrir, él piensa retirar sus tropas de ese país, incluso si tiene que hacerlo unilateralmente. Y esa fue la otra gota que derramó el vaso con Bolton.

Acá quizás lo interesante es comprender que Trump no está pensando en geopolítica, sino en política: en su base, en los votos que puede ganar o perder, en sus promesas cumplidas o incumplidas, y eso, independientemente de la salida de Bolton, muy probablemente, le va a seguir haciendo chocar con personajes ubicados en su propio partido y en sus círculos más cercanos de asesores hasta que deje la Casa Blanca.

Analista internacional. @maurimm

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