La refundación del Estado sobre la base de la Cuarta Transformación que se propone realizar el presidente de la República, es quizás el desafío más grande que gobernante alguno haya encarado alguna vez en México. Ese proceso tiene que partir de la extinción de viejas y nuevas raíces, hincadas profundamente en la vida nacional, o no será.

Un buen principio para intentar la cristalización de esa titánica tarea, sería una decidida y vigorosa cruzada contra la apropiación de los bienes y dinero públicos, práctica que se institucionalizó con el nacimiento, en 1929, del PNR-PRM-PRI en cada instancia de poder y que permeó a todos los ámbitos de la nación.

El funesto círculo cleptocracia-complicidad-impunidad, que comenzaba en el cenit de las instituciones y descendía hasta la base social, ha sido una de las más notables y permanentes causas de desigualdad, pobreza, injusticia, corrupción y de la descomposición que nos envuelve trágica, dramáticamente.

En el robo sistemático que empezaba en las alturas y que de una u otra forma involucraba a todos, se erigió una casta poderosa y rica que se recreaba por todos los medios, especialmente a través de organizaciones partidistas, con lo cual se acentuó la polarización pocos magnates-hordas de pobres.

Mientras aquéllos llevan como impronta su caudal hecho del robo al erario, estos cargan el mantenimiento del país con el pago creciente de impuestos.

Si lo que se propone el presidente Andrés Manuel López Obrador con su innovadora propuesta es cambiar radicalmente el statu quo, tendría que aceptar que en ese esquema hay una profunda injusticia y que de justicia es tratar de remediarla.

No para que millones de ciudadanos dejen de aportar al fisco en la obligación de contribuir a que el gobierno tenga más recursos que le permitan cumplir los fines político-éticos que tiene como deber, sino para que, quienes han asaltado las arcas de la nación, sean llamados a cuentas.

En esa posibilidad se hallan, naturalmente, los expresidentes de México, exsecretarios, exgobernadores, exalcaldes, exdiputados, exsenadores, exfuncionarios de todos los niveles.

En las administraciones anteriores, particularmente en la última, como es sabido, se rompieron todas las formas, se perdió todo el pudor y se llegó a los extremos. La gavilla “gobernante” se embriagó y enloqueció en una orgía para repartirse el botín llamado México. Fueron depredadores fuera de lo común. Casi se acabaron el país. De haber podido, lo hubiesen escriturado a su nombre.

Y eso, es socialmente repudiado; causa coraje, rabia y frustración. Ver que esa funesta clase, coludida con no pocos empresarios, goza de inmensas fortunas mientras el resto enfrenta más necesidades, alienta la esperanza de que, en ésta, la era del prometido cambio, se actúe al menos contra quienes mejor la representan.

El presidente López Obrador tiene todo para dar esa satisfacción al pueblo. De hacerlo, dispondría de cuantiosos recursos para resolver acuciantes problemas.

Tiene sobradas legitimidad, popularidad y consenso; dispone del aparato estatal y las leyes; su visión, determinación y acciones iniciales para hacer de éste un nuevo país, son incuestionables. Con eso, tiene el camino abierto para escoger su lugar en la Historia. ¿Irá tan a fondo como le reclama la sociedad?

SOTTO VOCE…

Excesivo, equiparar defraudación fiscal con delincuencia organizada o considerarla amenaza a la seguridad nacional. Aun es tiempo de rectificar… Excelente, el documental sobre la Facultad de Derecho de la UNAM, que se transmitirá este fin de semana. El espectador verá algo del brillante trabajo que ha hecho como su director, el doctor Raúl Contreras Bustamante… Es hora de poner un ¡hasta aquí! a la CNTE. Si ya se le ha dado tanto y se le da más, ¿qué más se le antojará?

ombeluniversal@gmail.com / @mariobeteta

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