Un gobierno aún no termina y otro aún no nace. Peña es un presidente abúlico y AMLO, hiperactivo. Una figura que opaca y otra que acepta gustosa ser opacada.

Es tierra de nadie políticamente hablando. Un gobierno aún no termina y otro que aún no empieza pero que en realidad parece lo contrario.

Un gobierno saliente que ha optado por refugiarse en las sombras y agotar hasta el último segundo, mientras goza de un olvido pasajero. En tanto, tenemos al triunfador de las elecciones que dicta agenda como si ya despachara desde Palacio Nacional.

Estamos ante un defecto de la matrix política mexicana, que en esta ocasión se ve agudizada por las circunstancias particulares. Es el interregno de la política mexicana. Ese periodo en que tras conocer al ganador de las elecciones, opaca al gobierno saliente, quien ya sólo prepara sus maletas para dejar el gobierno a los nuevos inquilinos.

Se conoce como “interregno” al periodo en que no hay un gobernante que tome las decisiones, cuando el rey ha muerto y nadie decide. “Sede vacante” le llaman en El Vaticano, donde se ha establecido un mecanismo para solucionar ese vacío de poder. La solución mexicana ha sido acortar el periodo entre la elección y el cambio de poder. Por ello, la reforma constitucional que cambia la toma de posesión del presidente en el 2024, de diciembre a septiembre.

Quizá por ello, Andrés Manuel ha optado por adelantar los tiempos políticos y actúa como si ya estuviera investido de la banda presidencial, la legal, porque la legítima se la autoimpuso en diciembre de 2006 en un acto en el Zócalo de la Ciudad de México.

El rey ha muerto en la víspera, y el nuevo rey aún no se pone la corona aunque ya tiene el cetro. Aprovecha lo confuso del interregno y dicta agenda. Hoy da una conferencia y anuncia un nuevo nombramiento. Un nombramiento sin validez legal alguna pero con evidente peso político. El nombrado aun no puede ejercer pero lo que decida se tiene que tomar en cuenta.

López Obrador resucita dinosaurios. Purifica a Bartlett y le borra sus pecados políticos. Nombra delegados estatales para contraponer al poderoso ejercicio del poder de los gobernadores que se han comportado en la práctica como virreyes. Un anuncio que hasta al gobernador Domínguez ha perturbado porque tendría como antípoda a un Frankenstein político, creación indirecta suya: Gilberto Herrera.

Andrés Manuel es recibido por los actores internacionales ya como presidente de facto. Se anuncian nuevos acuerdos. Se anuncia un cambio de juego de México en su relación con el mundo. Le manda una carta al presidente de Estados Unidos, Donald Trump y éste le responde con alabanzas acompañadas de amenazas. Todo sin ser formalmente el presidente.

El presidente que aún no es anuncia la construcción de un tren en el sureste del país y llama a consulta para definir el destino del Nuevo Aeropuerto Internacional de México.

¿Y el presidente en funciones? Hundido en la soledad de palacio, dicen los reportes periodísticos, donde destaca el artículo de Salvador García Soto quien describe lo solitario que se encuentra el otrora adorado Peña Nieto, viviendo en la oscuridad del eclipse del poder.

Este interregno político puede convertirse en un hielo quebradizo donde más de una decisión se puede hundir y ahogarse en las frías aguas de la incertidumbre política. A más de tres meses de la toma de protesta, mucha más agua correrá por ese puente.

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