Todo relato es un relato de
 viaje, un espacio practicado. 
Michel de Certeau

Los hoteles son cajas contenedoras de historias, tan disímiles, complejas y sorprendentes como se pueda uno imaginar. Para los viajeros, los cuartos de hotel se convierten en lugares ajenos por los que se transita, se pernocta, en los que se asea, pero no se habita. Para dotar de significado a la palabra habitar, tendría que suceder un tipo de apropiación, establecer una relación simbólica con los lugares para que se constituyan como espacios (más allá de lo transitorio). Y en estos cuartos de hotel, las historias que se desarrollan son de puertas para adentro, se vuelven privadas; pero al mismo tiempo, se insertan en un lugar público. O más bien, en un No lugar, referenciando a Marc Augé. Pero, ¿de qué estamos hablando y por qué es necesario definir a los hoteles como no lugares en los que se tejen historias privadas que se vuelven públicas? 
Distancias cortas es un montaje que se desarrolla al interior del Hotel Casa del Atrio. Escenas representadas para posicionar al visitante -espectador - voyeur - turista en medio de discusiones de pareja donde la infidelidad atraviesa los relatos. No es una posición simple, estamos presenciando desde los pasillos del hotel, lo que sucede al interior de las habitaciones, nos estamos asomando a su intimidad, nos estamos involucrando con el relato que confiesa, el mismo relato que convierte al hotel en un espacio practicado. Nosotros, los turistas que paseamos, que visitamos, somos más que espectadores. Somos viajeros, somos testigos, somos aquellos que presenciamos pero que al mismo tiempo tomamos distancia y acallamos los pensamientos y las palabras con un sorbo de vino tinto. Nos convertimos en sus cómplices.  
Aunque en Distancias Cortas hay una selección de cuatro momentos pensados para cuatro escenarios, los relatos dramatizados a los que nos enfrentamos pueden escucharse en cualquier cuarto, en cualquier pasillo, en cualquier lugar común donde, queriendo y no, nos asomamos a la vida privada del otro, a las relaciones del otro, siempre expectantes de conocer el final del relato para no quedarnos con la duda. Después de todo, esas declaraciones, esas historias, nos las llevaremos con nosotros a nuestra partida; viajarán almacenadas de manera transitoria en nuestra mente y nuestra maleta, sólo hasta que lleguemos al siguiente hotel, al siguiente restaurante, al siguiente pasillo y, entonces, nos asomaremos a la próxima historia y echaremos un vistazo a los (nuevos) personajes. Aquí es cuando el lugar físico (o en este caso el hotel visto como un no lugar) determina nuestro nivel de invasión o de relación con lo público y lo privado. Recordemos el polémico caso del Motel del Voyeur, donde el dueño de un hotel espiaba las conductas sexuales de los huéspedes a través de lo que parecían los conductos del aire acondicionado. 
Aunque, siendo honestos, en este 2019 difícilmente existe una clara distinción entre el espacio público y el privado. Tenemos una urgente necesidad de declarar como públicas nuestras situaciones de vida para que el otro opine. Y es aquí donde debemos hacer una pausa y preguntarnos ¿Nuestros procesos de relación con el otro están siendo domesticados? Estamos sometidos, sí, eso es una afirmación tecnológica.


Contacto: Twitter @CDomesticada
Facebook: Piedad MG
Piedad es artista visual con maestría en Diseño e Innovación en Espacios Públicos. Actualmente es profesor de cátedra en el Tec de Monterrey campus Querétaro.

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