Muchos psicólogos sociales coinciden en que el mundo se mueve por afecto y miedo; miedo y afecto es lo que hace que las personas hagan cosas extraordinarias o aberraciones inconcebibles.

Centrarnos en la comprensión de la emocionalidad nos puede traer beneficios extraordinarios y, alejarnos del miedo que provoca reacciones reactivas, inconscientes y muchas veces violentas por instinto de supervivencia puede coadyuvar en el entramado social a evitar situaciones que dañen su constitución colectiva.

Por otro lado, la promoción del afecto, puede lograr sociedades sensibles, pensantes, armonizadas, empáticas.

Por ejemplo: el tema del muro de Trump ha sido durante varios meses un trend topic que ha generado miedo y enojo. Eso divide, contrapone y no invita a la comprensión de toda la dimensión del problema y no conlleva soluciones racionales.

Miedo, enojo, tristeza, afecto y alegría son los sentimientos primarios que, según los psicólogos humanistas se derivan todos los demás.

Entenderlos, nos da el poder de mantener más y mejor control de nuestras vidas.

Para poder trascender en el camino de la evolución humana hay que entenderlos, conocerlos, identificarlos y manejarlos. Este acto de consciencia es importante para la autorregulación personal, para poner un alto en el camino, entender la causa y la razones del origen de las decisiones humanas. A eso Daniel Goldman la llamó Inteligencia Emocional.

Desarrollar la inteligencia emocional nos permite ser más integrales en la adaptación al entorno y más efectivos en el manejo de las crisis.

Una de las estrategias básicas de la inteligencia emocional es la empatía. Por ejemplo: ser empático ante el sentir del norteamericano que votó por Trump nos llevaría a entender la causa de la molestia, para después brindar soluciones inteligentes que puedan llegar al equilibrio que es lo que se busca.

En Querétaro he escuchado muchísimas opiniones sobre el desbordamiento de la migración a esta ciudad y las quejas de ciudadanos que quisieran que ya no se viniera más gente por los consecuentes problemas de seguridad, viales, de suficiencia de empleos, de servicios, de tumultos entre otros. No obstante, a Querétaro llegan muchas personas profesionistas, con recursos, inversionistas; gente que viene a aportar, gente que llega con la intención de generar beneficios con capacidad y talento para contribuir al desarrollo social, amén de que lleguen personas buscando oportunidades o incluso gente con una moral dudosa que genere conflictos sociales.

Estos fenómenos migratorios han hecho verdaderos imperios en la Roma clásica o más recientemente en la ciudad de Nueva York.

En Estados Unidos desafortunadamente la inmensa mayoría de los migrantes son personas con gran necesidad y que van en busca de oportunidades y tienen poco que ofrecer, lo cual puede romper con el equilibrio colectivo por el exceso de demanda.

Si no se entiende la causa, no se podrá manejar el efecto.

Eso se llama empatía, la capacidad de mirar la realidad desde los ojos del otro.

Si no se sigue este proceso corremos el riesgo de fragmentación emocional por factores ideológicos; cuando no se conoce a las personas se forma un hueco que se va llenando con el imaginario personal de cada quien y que muchas veces resulta en adjetivos adversos que dividen, lastiman, alejan. La cercanía con el otro coadyuva en los discursos de paz, en la integración y la armonía.

Se reducirían muchos conflictos si logramos entender el origen de miles de frustraciones alrededor nuestro, si nos pudiésemos detener un solo instante para comprenderlas y poder desenmarañar cada uno de los hilos que han hecho de nuestro vivir un caos social, que se origina por un caos mental que a su vez tiene su génesis en un caos o una falta de entendimiento emocional.

La inteligencia emocional puede llevarnos a tener mejor finales felices en una sociedad tan necesitada de ellos.

Especialista en desarrollo organizacional y humano

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