Estimado lector, estas semanas he leído diversas noticias que advierten sobre el uso de la Inteligencia Artificial (IA) como un riesgo que, de no regularse, podría afectar la vida cotidiana de todas y todos. Como ya lo he señalado antes, igualmente importante es ponderar las bondades de su buen uso, a fin de regularlo, encontrar su equilibrio y abrir caminos de inclusión.

Un buen ejemplo de ello, es la inclusión financiera; se define como el “acceso y uso de servicios financieros formales bajo una regulación apropiada que garantice esquemas de protección al consumidor y promueva la educación -financiera-”. De ello se desprende que, al promover e incluir a más personas en este segmento, se facilita el desarrollo económico y se generan mayores oportunidades para quienes se encuentran en una condición mucho más vulnerable económicamente.

De acuerdo al Inegi, en nuestro país sólo siete de cada 10 personas, de entre 18 y 70 años, cuentan con al menos una cuenta o tarjeta de ahorro, un crédito, un seguro, o bien una cuenta para el retiro, o Afore (ENIF 2021). Entre los argumentos que han vertido quienes no tienen oportunidad de un servicio financiero, destaca la falta de acceso a internet. Situación que contrasta con los resultados del “Estudio sobre los hábitos de usuarios de internet en México 2023”, los cuales contabilizan a 96.8 millones de personas conectadas a internet en el país,  80.8% de la población. Y entonces: ¿cómo cerrar esta brecha?, y antes aún: ¿qué relación tiene la inclusión financiera con el uso de la inteligencia artificial? Hay startups que se han dado a la tarea de implementar esta tecnología para lograr un match entre quienes buscan un servicio financiero y quienes lo brindan.

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