Los seres humanos sabemos lo difícil de lidiar con esa realidad, la que en la actualidad suele morder y arrancar de tajo nuestro optimismo y nuestra esperanza. Es aquella que nos muestra la inseguridad, que nos hace en ocasiones perder el aplomo necesario para continuar con lo cotidiano. El temor y el miedo, muchas veces nos acompañan y son parte fundamental del instinto de supervivencia que nos acerca bastante a los tiempos ancestrales, cuando la prioridad era tan solo vivir un día más. Suena muy dramático, pero desde los inicios de la humanidad, la evolución de la especie ha ido registrando en la memoria genética muchos de esos pequeños detalles que, a su vez, se han ido mezclando con aquellos adquiridos generación tras generación, hasta nuestros días. Sin embargo, algo de lo que hemos aprendido en esta evolución como seres civilizados, es que tanto biológica, intelectual y emocionalmente tenemos la capacidad de seguir adelante con todo aquello que nos acerca a la felicidad.

Junto con ese aprendizaje estrictamente instintivo, tenemos el relacionado con nuestras ideas y nuestros conceptos personales de los valores a aquello que le otorga sentido y razón de ser a lo más intimo de nuestra existencia personal. Es algo maravilloso que ha permitido que la propia humanidad no se auto destruya por sí misma, aún en esos excesos de ambición que han llevado a los extremos de múltiples guerras internas y externas. La generosidad  en todos los sentidos para encontrar soluciones a múltiples problemas y respuestas a otras tantas interrogantes es una manera que tenemos a mano para encontrar futuro para la propia humanidad. Hoy día, los nuevos fantasmas que rondan están ligados a la pérdida del respeto a la vida misma, a nuestro entorno y al extremo de las ideas que nos alejan de la propia civilidad, pero se arropan en la mismas ambiciones que nos han caracterizado desde nuestros primeros ancestros a lo largo del tiempo.

Muchas otras especies que habitan este frágil planeta, dependen también en gran medida de todo aquello que los seres humanos decidimos hacer con los recursos propios y con los que simplemente nos son prestados mientras cubrimos nuestro personal ciclo de vida en el mismo. Es siempre interesante conocer un poco más sobre ellos para tratar de entender y comprender la propia naturaleza, que indiscutiblemente es quien rige y condiciona los ciclos de vida de todos los seres vivos que compartimos  el hábitat y que se ve afectada por lo que finalmente hacemos.

La oportunidad, en mi caso como fotógrafo, de eventualmente visitar los sitios donde habitan muchas especies salvajes en libertad y donde impera la ley de la supervivencia, es algo que me ha invitado a pensar un poco más en la fragilidad a la que estamos expuestos los seres humanos en nuestro entorno inmediato. Así es la vida, irremediablemente estamos inmersos en en un gran número de diferencias, pero también en otro tanto de similitudes entre las múltiples especies vivas, lo que nos obliga a no desatender todo lo que ocurre en nuestro entorno, más allá de las ciudades.

Ello nos obliga a pensar más en el cuidado y la prevención que debemos tener, no solo para sobrevivir, sino para llevar a cabo los ciclos que nos corresponde, por decisión o por circunstancia, intentar completar en lo que coloquialmente identificamos como la selva de asfalto en las zonas urbanas que siguen creciendo como lo hace este Querétaro nuevo que deseamos conservar.


Twitter: @GerardoProal

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