Dice Donald Trump que los mexicanos podemos, pero no queremos. Dice a la letra, en un tuitazo, que “como señal de buena fe, México debe detener inmediatamente el flujo de personas y drogas a través de su país y de nuestra frontera sur. ¡Pueden hacerlo si quieren!”

Inmediatamente. No en unos años o meses. Ya, ahora, sin excusas ni retrasos.

Y no reducir, limitar o contener: detener. Eso o vienen los aranceles. Eso o queda demostrado que México es gobernado por los cárteles y los coyotes.

Porque, miren, es bien fácil detener el flujo de migrantes y drogas. En seis meses, las autoridades mexicanas han detenido y repatriado a más de 80 mil centroamericanos que habían ingresado ilegalmente a territorio nacional. Solo es cosa de multiplicar ese número por cinco o seis. Digo, no tiene mayor dificultad ampliar por un orden de magnitud la capacidad de las estaciones migratorias y el personal del INM y los policías para los retenes y los vehículos para la repatriación. Inmediatamente, claro está.

Y no es mayor problema aceptar un acuerdo de tercer país seguro. Sí, se generaría una crisis humanitaria del lado mexicano de la frontera, pero esas son minucias.

Con las drogas, la cosa es todavía más fácil. Miren, dice la DEA que México tiene una producción potencial de heroína de 110 toneladas. Eso cabe, más o menos, en cinco contenedores de tamaño normal. O en unos cuantos cientos de cajuelas. Entonces, solo es cosa de inspeccionar cada contenedor y cada auto y cada viajero antes de que crucen a Estados Unidos. Sencillito.

Bien se pudiera también tomar a sangre y fuego las comunidades productoras de amapola. Y sellar cada puerto marítimo para evitar que entre un gramo de fentanilo a México. Y dedicar cada soldado y cada marino y cada policía del país —o los que no estén tratando de detener a centenares de miles de migrantes— a acabar inmediatamente con un problema que lleva décadas. No hay cosa más fácil.

Y, bueno, algunos remilgosos preguntarán por qué Estados Unidos no hace todo lo anterior, por qué no frenan ellos lo que piden que nosotros frenemos. Es que ellos no pueden. Es que ellos tienen algo que se llama Constitución. Y tienen jueces que opinan absurdamente que la ley importa. Y tienen medios que, dados como son a las fake news, arman escándalo cuando los agentes migratorios separan familias y meten a niños en jaulas.

Entonces no, ellos no pueden hacerlo. Nosotros sí: tenemos también Constitución y jueces y medios, pero ¿a quién le importa? Una o muchas violaciones graves de derechos humanos en México no van a tener efecto alguno en las preferencias electorales en Ohio o Michigan. No hay que preocuparse por fruslerías.

Además, se las debemos gacho. Somos bien abusivos con los vecinos. Sí, ellos se quedaron con la mitad de nuestro territorio, pero eso era destino manifiesto. Ni modo de pelearse con la Providencia. Y sí, ellos consumen todas las drogas conocidas por el género humano, pero porque se las ponemos enfrente. Y sí ellos nos mandan armas suficientes para matar a media humanidad, pero es para que descubramos la libertad de tener fierro y plomo a discreción.

En cambio, nosotros tenemos el descaro de venderles productos baratos y reducir los costos de sus empresas y hacer viable la agricultura en California y la construcción en Florida y los restaurantes en Nueva York. Y eso sin contar el mal gusto de hablar español. Intolerable.

Entonces, compatriotas, a chambear se ha dicho. A terminar con esto de los migrantes y las drogas. Inmediatamente.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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