Qué buenas son esas costumbres de beber infusiones a lo ancho y redondo de este planeta nuestro. Prepararlas con hojas, raíces, flores, semillas y frutos de diversas plantas, sin que el agua llegue a hervir y lograr que las partes solubles le den esos sabores tan particulares que se utilizan con el fin de disfrutar su peculiar sabor o con un propósito medicinal.

Así, tanto el café y el té son de las más utilizadas, aunque seguramente varía mucho por los usos y costumbres que la cultura de cada país, que a través del tiempo las ha convertido en una actividad de prácticamente todos los días.

Por citar solo un par de ejemplos, en Sudamérica se usa mucho el mate, mientras en  Turquía y Reino Unido el té, y en nuestro país seguramente el café lleva cierta ventaja sobre otras. Es cuestión de gustos, pero cada una de ellas tiene un propósito social cultural y un efecto muy particular en quienes las consumimos.

Yo prefiero beber el café, aunque debo reconocer que cuando las cosas de la vida me hacen “chiras en el estómago”, suelo darle una tregua y abrirle un espacio a los tés que también disfruto mucho. Un café es una manera de comenzar el día y equiparar al gusto de percibir el aroma de una mañana fresca cuando sales temprano a un espacio abierto y el día te da la bienvenida de manera silenciosa. El sabor del café hace lo propio con el amanecer, aunque más tarde suele cumplir otras tareas al acompañar el inicio de las labores, o una reunión de esas en las que es igual de importante el escuchar como el hablar.

En otro momento, el café se bebe a sorbos pequeños cuando estás en compañía de la persona que mueve tus emociones y entonces deseas que tu bebida dure mucho más de lo acostumbrado, llevando el placer no sólo al sentido del gusto, sino también de forma especial al mirarse a los ojos. Hay otros momentos en los que los asuntos son más serios o complejos y uno busca en su sabor, que haga despertar la sensatez y la objetividad en lo que se platica. En realidad, el café se convierte en un cómplice que le agrega sazón y razón a nuestro actuar.

En la actualidad, me gustan muy pocos de esos lugares que le han dado un nuevo sentido a las cafeterías de mi juventud y son donde puedes darte la oportunidad de huir de tu realidad cotidiana y sentarte en soledad a leer acompañado de una bebida caliente. Aunque las mesas suelen estar rodeadas de múltiples detalles para el uso de dispositivos electrónicos que nos provocan ausentarnos viajando a través del internet.

No lo hago con la frecuencia que quisiera, pero  esos lugares son en ocasiones extraordinarios sustitutos de la oficina y ayudan a cumplir responsabilidades rompiendo con lo estrictamente cotidiano, en mi caso siempre acompañado de un café negro y sin ningún tipo de endulzante. Me encantaría llegar a ver en algún momento más libros que teléfonos en las manos de jóvenes dentro de esos espacios donde nos venden algún trozo de pastel y la bebida mientras te obsequian esa magia de sentirte cautivado por el entorno del lugar.

Me siento muy agradecido de poder disfrutar de una bebida caliente constatar lo valioso que es tener aún a mano, costumbres que integran a una comunidad, que propician los vínculos necesarios para hacer de esta vida algo más amable en este planeta y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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