El jueves de la semana pasada se rindió el 4 Informe de Gobierno del Presidente de la República. En un entorno sobrio y aislado (más bien empequeñecido), el titular del Ejecutivo envío un “informe a la nación”.

Un informe que se sintió “descafeinado” y hasta “irrelevante”, pues como bien me decía una ciudadana cuando le pregunté si vería el informe: “¿Qué de nuevo va a decir?”. Y en efecto, no hubo nada nuevo bajo el sol. Con el bombardeo mediático que él mismo ha impulsado desde sus mañaneras e informes trimestrales, poco le quedaba por “informar”.

Lejos quedaron esos tiempos en que todo el país se detenía para escuchar al presidente de la república ante el Congreso de la Unión. Esa práctica ha desaparecido. Ahora todo es en corto, casi en privado.

¿Dónde estaban las cámaras, colegios, empresas, sectores, organizaciones y demás entidades que conforman los ámbitos privado y social que habla la Constitución? Hoy, el informe está lejos de ser un símbolo republicano o de transparencia, se ha reducido a un mensaje ante sus incondicionales: personas de su propio gabinete, políticos de su partido e invitados cercanos a su proyecto e ideología.

Hay que ser claros, el presidente no le habló a la nación, le habló a su gente, a sus incondicionales. Les dijo lo que querían escuchar: que son el mejor gobierno de la historia moderna de México. Y es que más allá de lo desairado del evento; lo peor es el mensaje, lleno de dobles vistas, sentidos y estadísticas a modo.

De acuerdo con “sus datos”, el Presidente está encabezando el mejor gobierno que ha tenido México en los últimos 40 años. Para ello, dio una serie de cifras que, si bien pueden ser correctas, están fuera de contexto o sobreestimadas. Por ejemplo, aplaudió el aumento en las pensiones de los adultos mayores en  9% del 2018 al 2022, cuando la inflación en el mismo periodo ha rebasado  35%; o el tema de la seguridad, donde informó que el homicidio doloso va a la baja, cuando en lo que va de su sexenio se han rebasado las 121 mil víctimas, superando con creces a todo el periodo de Felipe Calderón y su “guerra contra el narcotráfico”.

Por otro lado, puso énfasis importante en la administración de los recursos públicos, el combate a la corrupción y la inversión en proyectos; sin embargo, lo que no dijo, fue que sus obras emblemáticas: Tren Maya, Refinería de Dos Bocas y el Aeropuerto Felipe Ángeles, tienen un sobrecosto de casi 200%, así como que muchas de ellas son inservibles, como el aeropuerto que no ha resuelto la saturación en la Ciudad de México. Y mucho menos habló de los escándalos de corrupción de su gobierno, como la casa de su hijo, las casas de Bartlett, o el accidente de la Línea 12 del metro (que tiene más de un año sin ser rehabilitada), entre otros.

No, lo sucedido el jueves, no fue un informe, sino más bien un mensaje a sus incondicionales. Un mensaje en el que reiteró lo que siempre expone en sus conferencias matutinas, y en el que dejó muy claro que su principal atención y preocupación no está en resolver los problemas del país, sino más bien, en consolidar lo que el mismo ha señalado… “su transformación”.

Triste realidad…

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