El pasado 20 de marzo se celebró en el mundo el “Día Internacional de la Felicidad”, proclamado por la ONU en 2012, al reconocer la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos.

La iniciativa de creación de este día fue del rey Jigme Khesar Namgyal Wangchuck, del pequeño país de Bután que se encuentra en la cordillera de los montes Himalaya. Su población es de 800 mil habitantes.

Desde 1972 Jigme Singye Wangchuck, padre del actual rey, propuso crear el índice de Felicidad Nacional Bruta (FBN) —en contraparte del Producto Interno Bruto (PIB)— para responder a las críticas de la supuesta pobreza económica de su país que tiene una cultura budista.

La mayoría de los países tienen el “crecimiento económico” como objetivo principal, mientras que el concepto de FBN se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en la complementación y refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual. Según el analista, Angel Bonet, los cuatro pilares de la FBN son: la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y promoción de valores culturales, la conservación del medio ambiente y el establecimiento de un buen gobierno.

Pero ¿qué es la felicidad? para la Real Academia Española, las dos principales acepciones de felicidad son:

1.— Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

2.— Satisfacción, gusto, contento.

En la filosofía griega clásica, encontramos varias posturas: Aristóteles la define como una autorrealización alcanzar las metas propias de un ser humano (eudemonismo); para los estoicos ser feliz es ser autosuficiente, valerse por sí mismo sin depender de nada ni de nadie; para Epicuro ser feliz es experimentar placer intelectual y físico, y conseguir evitar el sufrimiento (hedonismo), aunque también relaciona la felicidad con la seguridad en uno mismo, la ecuanimidad o imperturbabilidad.

Recientemente se ha desarrollado la psicología positiva, que pretende encontrar bases científicas de la felicidad, así como de las fortalezas y virtudes humanas. Para el Instituto de la Felicidad —que promueve el estudio de dicha psicología—, la felicidad “no es una sola cosa, sino un constructo que comprende… el aspecto sensorial y emocional que incluye las experiencias placenteras, la alegría y las emociones positivas; el componente cognitivo, que se refiere a cómo evaluamos nuestra vida y qué tan satisfechos estamos con ella; y el sentido de vida, el sentir que nuestra vida tiene propósito y vale la pena”.

Para San Agustín la felicidad consistía en conocer y poseer a Dios; para el papa Benedicto XVI, si queremos alcanzar la felicidad hay que vivir las “bienaventuranzas”; ser pobres de espíritu, humildes de corazón, tener hambre y sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, buscar la paz. Con ello se puede no solo, poseer una tierra, sino también el Reino de los Cielos.

Para el antropólogo argentino Roberto Pérez, la felicidad es la consecuencia de vivir nuestros ideales y se es feliz por cumplir la misión para la que se vive, y no solo porque nos vaya bien en la parte económica.

Independientemente de la definición que más nos agrade, para que los miembros de una sociedad puedan alcanzar la felicidad, son necesarias la inclusión, la igualdad, el equilibrio y la promoción de un desarrollo sostenible para todos.

Analista político y miembro del PAN.

@ggrenaud

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