En el artículo anterior se ofreció compartir la experiencia que tuvo quien aquí escribe, en el ámbito de la ingeniería civil, referente a la cooperación entre Texas A&M University y la UAQ, particularmente en mecánica de suelos, en investigación sobre arcillas expansivos y cimentaciones. En esta ocasión me permitiré escribir en primera persona respecto a las motivaciones que dieron origen al acercamiento con la Texas A&M University.

Luego de concluir mis estudios de posgrado en mecánica de suelos en la UNAM, obteniendo el grado correspondiente a finales de 1982, quedó el firme deseo de iniciar investigaciones sobre suelos expansivos, por el interés que representaba para Querétaro, así como para otras regiones de nuestro país y del mundo. Entre las naciones más adentradas en el tema, destacaban los Estados Unidos, especialmente una institución entre varias prestigiosas, la Texas A&M University, que ya había sido sede de las dos primeras conferencias (congresos) internacionales sobre ese tópico, en 1965 y 1969, respectivamente, en esos eventos se reunían los investigadores en esta materia, provenientes de todo el mundo, para compartir sus descubrimientos y coadyuvar en el avance científico y tecnológico.

Al decidir sobre mi tema de tesis de grado en la UNAM, lo llevé a cabo sobre mecánica de medios granulares, porque no había las condiciones más adecuadas para investigar sobre suelos expansivos (que son los que tenemos en el valle de Querétaro). Sobre arcillas expansivas y cimentaciones en estos suelos, existía poco material bibliográfico en las bibliotecas nacionales, no existía ningún grupo de investigación establecido en México, únicamente se tenía el antecedente de pocas tesis dirigidas por dos o tres profesores, uno de ellos era mi maestro, muy destacado a nivel mundial en el estudio de suelos blandos y las cimentaciones en la Ciudad de México, pero no adentrado en el tema de la mecánica de los suelos arcillosos no saturados. Tampoco se disponía del equipo experimental necesario ni se observaba gran interés en esa línea de investigación.

Podría pensarse que no existía interés porque posiblemente no era muy relevante para México, sin embargo, en realidad se desconocía la trascendencia de aprovechar y desarrollar investigación en el tema. Tan solo en los Estados Unidos se estimaba que los daños provocados a la infraestructura ascendían a varios miles de millones de dólares anualmente. Krohn y Slosson (1980), estimaron que cada año en ese país se dedicaban 7 mil millones de dólares como resultado de los daños en todo tipo de estructuras construidas sobre suelos expansivos. Obviamente, en México y en Querétaro desconocíamos la cuantía económica en daños causados por esta problemática que afecta vialidades, carreteras y construcciones diversas, entre las que destacan las viviendas.

Al integrarme como profesor en la UAQ en 1983, además de asumir la impartición de diversas cátedras sobre mi área de especialidad, presenté dos proyectos de investigación para su posible aprobación; el rector, licenciado Braulio Guerra Malo, tuvo a bien aprobar el relativo a suelos expansivos y cimentaciones, señalando que él mismo había padecido de daños en su vivienda y que le habían advertido que estaban asociados a la existencia de suelos expansivos sobre los que se tenía construida su casa. Recuerdo que me lo comentó personalmente: “comprendo que ese tema debe ser importante para Querétaro, por lo tanto la UAQ debe apoyar su investigación”. Después de cinco años de investigaciones en la UAQ, en 1988 establecí contacto con el doctor Robert Lytton de Texas A&M University, quien generosamente aceptó colaborar con la UAQ, lo que brindó espléndidos resultados.

Continuaremos la próxima semana con este tópico sobre el intercambio académico universitario.

Ex Rector de la UAQ.zepeda@uaq.mx

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