En México ha llegado el momento para la igualdad económica de las mujeres. Desde hace décadas se ha dado una discusión alrededor del trabajo que realizan las mujeres en el hogar no sólo en nuestro país, sino en todo el orbe, teniendo similares particularidades en América Latina.

Se trata de una actividad doméstica de difícil estandarización, cuantificación monetaria y definición de horas laborales realizadas, muy a pesar de que ha tratado de ser abordado desde diferentes enfoques teóricos en el área económica, todo con el objeto de avanzar en el mejoramiento del bienestar de las mujeres y de toda la sociedad.

Desde esta perspectiva, el trabajo de las mujeres se ha venido analizando desde la esfera productiva tradicional, como de la reproductiva, es decir, tanto del trabajo que las mujeres realizan en el ámbito del intercambio mercantil, como del que realizan en el hogar, vinculado con la atención, cuidado y reproducción de sus miembros; lo que en recientes años se viene conociendo bajo el término “economía del cuidado”.

Tal concepción es intrínseca al propio crecimiento y desarrollo de las naciones y con la prosperidad de sus poblaciones, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) el valor económico de las labores domésticas y de cuidados fue de 4.2 billones de pesos (a precios corrientes), lo que equivale al 24.2% del Producto Interno Bruto (PIB) de México.

De esta estimación se desprende que el valor del trabajo no remunerado de las mujeres, fue el equivalente al 18% del PIB, según análisis del Inegi.

Es importante señalar entonces que, aun cuando estas actividades no se comercializan en la economía, su valor monetario supera el producto que generan sectores productivos como la industria manufacturera (16.7%) o el comercio (15.5%).

Asimismo, se ha demostrado que la economía del cuidado se configura principalmente en el género femenino, resultando que cada mujer realizó en promedio el correspondiente a 47 mil 400 pesos netos anuales por su trabajo en labores domésticas y de cuidados no remunerados.

Más aún, cuando la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha concluido, respecto del Amparo Indirecto en revisión 1754/2015 que: “No considerar la contribución económica del trabajo doméstico no remunerado para los hogares significa ahorro monetario, porque para obtener el mismo grado de bienestar en el hogar sin efectuar dicho trabajo se tendría que erogar cantidades importantes de dinero”.

Otro matiz, por cierto, muy utilizado en nuestro país, es el que ubica a la mujer como la receptora directa de ciertos programas sociales relacionados de alguna manera con la economía del cuidado (alimentación, salud y educación), identificándola como proveedora voluntaria dentro de un hogar de actividades no remuneradas relacionadas. Con lo que se pretende fortalecer su posición y, de alguna manera, es un reconocimiento en monetario o en especie a su primordial actividad.

Se han explorado políticas públicas alrededor de los gastos tributarios de ciertos agentes que reconozcan la economía del cuidado. Tal es el caso, por ejemplo, de desgravaciones impositivas a empresas a cambio de la provisión gratuita de servicios de cuidado a las hijas e hijos de sus trabajadores en sus lugares de trabajo, o de subsidios a los hogares para el pago privado de estos servicios.

Camino que recorremos y hacia donde se encuentra enfocada la presente iniciativa. Sólo de esta manera se equilibrarán las inequitativas condiciones vigentes alrededor de la economía del cuidado, propiciando más opciones para las amas de casa que así lo decidan.

Con base en lo anterior, el pasado cinco de diciembre ante el Pleno de la H. Cámara de Diputados he presentado una reforma para establecer incentivos fiscales a las empresas que, en sus contrataciones futuras, tiendan a equilibrar su plantilla laboral entre hombres y mujeres. Y éste es otro paso más con el cual contribuiré a empoderar a las mujeres queretanas y a todas las del país, buscaré que mis colegas diputados se sumen a esta iniciativa, por demás urgente, y de justicia plena.

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