Académico de la UNAM.

Barack Obama señaló que “la gente hablaba del triunfo de la democracia en los noventas, (y) ahora habla del triunfo del tribalismo y los hombres fuertes. La política de los hombres fuertes va en ascenso (…) mientras se mantienen las elecciones y algunas apariencias en la forma, ellos buscan socavar toda institución y norma que da sentido a la democracia”.

En muchos países, brota el racismo, clasismo, nacionalismo y otros fanatismos. Se hace realidad el presagio de Carl Schmitt: el soberano es el que puede colocarse por encima de la ley, el que puede dictar el estado de excepción (apoyado por su corte o por las armas). Tergiversan los hechos y la “verdad efectiva”. Decía Maquiavelo que “gobernar es hacer creer”. La creencia en la verdad de esas mentiras está haciendo estragos. Basta que una afirmación circule en las redes para que haya millones de ilusos que los crean y actúen en consecuencia.

¿A quién representa el soberano? Las cosas deberían funcionar exactamente al revés. El juicio de los ciudadanos sobre la vida pública debería ser el contenido de la conversación política, y las leyes y las propuestas para atender ese juicio, la labor de los políticos en el gobierno, en el parlamento y en la judicatura. Esos gobernantes no son demócratas, pero son representativos.

Han ganado terreno en un número alarmante de países: Estados Unidos, Rusia, Hungría, Polonia, Turquía, Israel. En Alemania y en Italia ya han ganado las elecciones. El propósito que persiguen es imponer agendas retardatarias, utopías regresivas, suprimir la presencia de quienes se les oponen hasta, si es posible, borrarlos del mapa de la política. Es la agenda de la “democracia” iliberal que no es otra cosa que una forma de autoritarismo.

Donde la democracia resiste, la agenda es clara: luchar por desplazar a los hombres fuertes por ciudadanos más fuertes que ellos. Defender los espacios de deliberación libre y abierta, combatir todo modelo de pensamiento único, desarmar cada “verdad alternativa” con evidencias sólidas en discursos plurales e informados, y conceptualizar esta realidad para entenderla mejor. Nadie puede saber si la batalla está perdida. ¿Estaremos otra vez ante la profecía de Hegel: “La historia se repite dos veces: primero como tragedia y después como farsa”? ¿Es ésta la farsa?

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