Blaise Pascal fue quien acuñó esta famosa frase y es con la que tratamos de explicar lo que muchas veces nos parece incomprensible, cuando de relaciones de pareja se trata. Es común encontrar personas que establecen relaciones de pareja que son, a todas luces, poco sanas o inclusive destructivas. Todos podemos mencionar algunos ejemplos en los que en pláticas entre amigos se comenta: ¿cómo es posible que fulanito pueda ser pareja de tal persona?, ¿cómo es posible que X pueda vivir con Y?, ¿qué pasa en nuestro cerebro que en muchas ocasiones parece no poder dominar nuestros sentimientos? 

Las neuronas de nuestro cerebro se comunican por medio de sinapsis, es decir, de la unión funcional entre dos neuronas o, entre una neurona y una célula especializada como puede ser el músculo. Existen dos tipos de sinapsis: la eléctrica, en la que la membrana de la neurona pre-sináptica forma prácticamente un continuo con la membrana de la neurona post-sináptica intercambiando iones (sodio, potasio, cloro y calcio principalmente) para comunicarse. Este intercambio iónico, que llamamos potencial de acción, es lo que permite la comunicación entre las neuronas. 

El segundo tipo de sinapsis es la química; en ésta, la separación entre las membranas de las neuronas pre y post- sináptica es mayor, por lo que se comunican por medio de neurotransmisores que son liberados por la neurona pre-sináptica y que actúan sobre la membrana de la neurona post-sináptica produciendo de nuevo un intercambio de iones (que genera un potencial de acción) para llevar la información a lo largo de esa neurona y de las que sean necesarias. En el cerebro humano, la proporción de sinapsis químicas es mucho mayor y son las que se pueden manipular con diferentes fármacos para el tratamiento de varias enfermedades como puede ser la depresión, la manía, el Parkinson, entre otras. 

¿Pero qué tiene que ver esta descripción de las sinapsis con la frase de Pascal? Pues resulta que al igual que nuestras conductas y pensamientos, las emociones están también mediadas por la interacción entre los neurotransmisores y las neuronas. Por ejemplo, desde hace mucho tiempo se demostró que la acetilcolina está involucrada con respuestas de estrés. 

Por otro lado, la dopamina (DA) se identificó inicialmente como el neurotransmisor relacionado con el placer. Esto basado en estudios que demostraron que ratas eran capaces de aprender a apretar una palanca para recibir estímulos eléctricos en diferentes áreas cerebrales. Posteriormente, se demostró que era esta estimulación cerebral lo que producía esa liberación de DA que generaba en los animales un estado similar a lo que en los humanos llamamos placer. También se ha demostrado que muchos efectos de drogas que producen dependencia en roedores y humanos lo hacen por que actúan sobre receptores de DA en diferentes áreas cerebrales. De aquí se generó un dogma de que la DA es sinónimo de placer y que cada vez que tenemos una conducta o actividad placentera, como puede ser estar enamorado, se libera DA. Sin embargo, estudios recientes mucho más detallados en animales han demostrado que la DA se libera en muchas situaciones que tienen poco que ver con estados placenteros y, ahora, se le considera a este neurotransmisor como un activador general del sistema nervioso. 

Lo que estudios recientes demuestran es que los reforzadores naturales como el agua, la comida y el sexo están mediados por opioides, los mismos que son efectivos en el tratamiento del dolor crónico y que inducen estados placenteros. Es entonces entendible que después de una buena comida, un buen vino y una buena relación de pareja sintamos un estado placentero por la liberación de estos neurotransmisores en diferentes áreas cerebrales. Así como el organismo desarrolla dependencia fisiológica y farmacológica por drogas de abuso que modifican nuestros neurotransmisores y sinapsis, podría ser que las relaciones que en un inicio fueron placenteras nos puedan provocar, como analogía, una dependencia a nivel del sistema nervioso central por una relación de pareja que a todas luces puede no ser sana. Evidentemente, la influencia psicológica y social en este tipo de relaciones es innegable y juega un papel fundamental. Pero la próxima vez que escuchemos la frase de Pascal pudiéramos considerar que la explicación no está necesariamente en el corazón sino en el cerebro y en las sinapsis de aquel que no puede explicar las razones de su corazón.

En la próxima entrega les platicaremos de la oxitocina y el apego.

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