El pasado viernes dio arranque la Cumbre del G-20 en Osaka, Japón, en donde los líderes de las naciones más importantes del planeta se reunieron para discutir temas de injerencia internacional. No obstante, además de tocar esos temas, los líderes aprovecharon el encuentro con sus similares de otros países para abordar temas particulares que no comparten la agenda comunitaria del G-20. En este sentido, hay varias reuniones uno a uno que destacaron, pero quizá la que más llamó la atención fue la de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de América (EUA), con el presidente de China, Xi Jinping. ¿Cuál fue el resultado?

En el G-20 —conformado por 19 países más la representación de la Unión Europea— se discutió acerca de ocho temas fundamentales para asegurar el desarrollo global sustentable, a saber: Economía Global, Comercio e Inversión, Innovación, Ambiente y Energía, Empleo, Empoderamiento de las mujeres, Desarrollo, y Salud. Claramente todos estos temas son de gran relevancia para estos países y para el resto del mundo, y el resultado de lo que discutieron sin duda tendrá un impacto internacional. No obstante, el interés más grande no radica necesariamente en las conclusiones colectivas de esta cumbre, sino en las reuniones individuales que se tuvieron.

En este sentido, parte de los reflectores se colocaron en la reunión de Trump con Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa, en donde en una conferencia de prensa incluso se le preguntó a Putin si volvería interferir en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020. También hubo mucho interés en la reunión que sostuvieron la todavía primera ministra del Reino Unido, Theresa May, con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammad bin Salman, en donde May solicitó más transparencia en el caso del asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi en el Consulado de Arabia Saudí en Estambul. Pero la reunión más interesante e importante que compete a todos los países de una u otra manera fue la desarrollada entre Trump y Xi Jinping. ¿Por qué?

La respuesta es sencilla: la guerra comercial y tecnológica entre las superpotencias mundiales EUA y China. Las tarifas impuestas entre ambos países desde marzo del año pasado no son más que una estrategia de debilitamiento en una guerra tecnológica por la red 5G. Los aranceles impuestos desde hace 16 meses hasta la fecha por parte de EUA han llegado a los 250 mil millones de dólares en importaciones chinas. Por su parte, el país oriental ha respondido de manera igual, imponiendo aranceles a productos estadounidenses, aunque en menor cantidad. Tras amenazar Trump a China con aumentar aún más las tarifas, Xi Jinping inteligentemente regresó la amenaza al Republicano con una visita a una instalación de tierras raras — elementos indispensables en la fabricación de equipos electrónicos como celulares, tabletas, etc.— en la comunidad de Tantou, ciudad de Ganzhou. Ahí, el mandatario estadounidense tuvo que desacelerar el paso y detenerse.

Ambos líderes buscaban desescalar esta guerra comercial, pues ciertamente les afecta, por ende en su reunión privada sostenida ayer acordaron reducir sus medidas coercitivas e inyectar mayores esfuerzos a las negociaciones. No obstante, Trump adicionalmente se comprometió a permitir que compañías estadounidenses pudieran realizar transacciones comerciales con la empresa trasnacional china Huawei, compañía que, dicho sea de paso, fue la razón para librar esta guerra comercial en primera instancia debido a sus avances tecnológicos que superaban a los Occidentales. En esto EUA ya perdió terreno y no sería difícil comprender que el ascenso en tecnología 5G lo lidera y seguirá liderando su rival China; por lo que para poder seguir recibiendo tierras raras y tratar de competir en materia tecnológica, ha tenido que ceder y bajarse del podio

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