Al deambular por céntricas calles citadinas viene a mi recuerdo cuando Ludwig van Beethoven corría por las calles de Viena tapándose los oídos con sendas almohadas, buscando un lugar adónde huir, no tanto de los horrores de la guerra, sino del retumbar de los cañones de Napoleón que le lastimaba profundamente los tímpanos y más. Fueron los días en que tachó su nombre de la sinfonía Heroica, dejando solamente “…para un gran hombre”.

Siento una gran furia dentro de mí, contra mí mismo por no saber y/o no poder hacer nada al escuchar lo mismo hasta mi escritorio: Ratatatatat, ratatat, tatatatatatatatataTATA…

Me siento como aquel gran compositor, pues sigue y persigue a mis oídos, en tanto que continúa con singular enjundia el tableteo asesino, destrozando nuestras piedras que no duraron ni cincuenta años en el servicio a que fueron destinadas, y todo porque parece no haber un contratista que desee hacer su trabajo con más cuidado, amor a su oficio y mayor pasión por la preservación y reutilización levantando solamente las piedras, rehaciendo la cama en que yacen y dejando en paz tales herramientas, que más parecen armas. ¡Abajo con ellas!

De atender reclamos particulares habría de atenderse el de la señora que ha puesto letreros en su puerta indicando la “innecesidad” —válgaseme el término— de “arreglar” los baches inexistentes frente a su domicilio, toda vez que de ese lado ocurre el estacionamiento de autos.

Parecía que había terminado la intervención quirúrgica de nuestras calles, pero no, vaya por Santo Domingo, o por Capuchinas; por Cornelio, Las Tres Cruces, o algunas más, es el mismo panorama y para amolarla de acabar, el pip-pip, jonck-jonck, ta-ta-ta y PLAT-PLAT de los cláxones de los autos que también tienen su opinión, los autos, no los conductores, porque por sabido se calla que las personas, a pie, en bicicleta, moto o coche, algo tenemos qué decir; ése es el mensaje: que lo que en verdad necesita este pueblo, es menos gente que diga lo que necesita este pueblo y punto, de ahí que mi participación en esta ocasión, con toda emoción, resulte casi en “abreviación”. Paro de hablar sobre esta cuestión y seguiremos con el agua potable, o el cambio de nomenclatura, o mejor aun, con costumbres y tradiciones queretanas que tan buen sabor nos deja, mucho más sabroso que el polvo, al que seguramente retornaremos algún día.

Sean fructíferos para los queretanos, tanto de nacimiento como de adopción, los días venideros. Hasta la próxima.

Mi correo para el “convento”: erabell57@gmail.com

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