Sorprende la falta de precisión que en los últimos meses ha tenido el grupo gobernante. Irrita, confronta, polariza. El Presidente propone un modelo de unidad nacional de estirpe franquista: una grande y libre, dirigida por el caudillo. Los demás son conspiradores o ensarapados. Franco hablaba de la conjura judeomasónica comunista para estigmatizar. Con una diferencia esencial: AMLO no reprime y el dictador sí, pero la retórica es la misma.

Con millones que lo han perdido todo, es inhumano que se nieguen a procesar el ingreso universal o el salario solidario. Una renta que, de manera temporal, alivie a quienes deben todavía permanecer en su casa. En cambio, han formulado propuestas absolutamente inoportunas. Seamos más precisos: inoportunas para la mayoría, que tiene otros afanes prosaicos, como sobrevivir, pero claramente consonantes con su afán de concentrar poder. Y es que, de veras, salvo la Reforma Consitucional para anclar sus programas, no ha habido otra que caiga del lado de la gente. Todas para ellos. La secuencia ha sido infortunada.

Primero, el fallido intento de reformar a las instituciones de procuración de justicia que terminó en un lavadero de manos. Después dar más poder al Presidente para el manejo presupuestal. Dos balones lanzados a tribunas. Se propusieron entonces legitimar el tijeretazo a los fideicomisos. Mas tardó en presentarse que en arrancar los clamores de cineastas, científicos y ambientalistas. Igual que la presentaron, tuvieron que mandarla a parlamento abierto. ¿Traen de veras los sensores en el talón y no en la punta del botín? ¿Han perdido el toque político, el contacto con la gente?

Cuando todavía estamos en una época de elevados contagios y mucha gente en confinamiento, ¿qué prioridad tiene desmontar la Cofece y el Ifetel para dar todavía más poder al Presidente y un campo más abierto a los sujetos regulados? El mandatario tiene suficiente poder y lo que la gente espera son resultados. La sensibilidad de la izquierda se ha estragado. Su servilismo la está llevando a convertirse en una clase política igual que las anteriores, más preocupada por reproducirse y garantizar sus intereses que por atender la emergencia económica. El ánimo de colonización no lo esconden. Eso de ponerle a todas las instancias el apellido del bienestar suena salinista (todo era de solidaridad entonces). Espero que no propongan, como tarea urgente, que el país pase a llamarse la REPÚBLICA MEXICANA PARA EL BIENESTAR.

Reformas así son una invitación para que los próximos gobiernos lo desmonten todo. Triste destino ese de tejer y destejer instituciones. Pero hay que entender que para ellos eso es la política; es lo único que saben hacer. Peña Nieto cometió el error de asumir que su pacto por México era suficiente para transformar el país. La 4T está obsesionada con un cóctel monstruoso que consiste en recortes, desmantelamiento institucional y culto a la personalidad. La confianza en que el apoyo del pueblo es eterno los puede llevar a cometer el grave error de creer que lo que ellos piensan es lo correcto.

El Presidente está obsesionado con las mismas ideas. Repite cansinamente las mismas cosas sobre el sistema anticorrupción y los órganos de control. No cambia porque no lee y porque no oye. Bueno, sí lee esos documentos que después presentan en la mañanera de quienes le endulzan el oído con conjuras. Vaya forma de perder el tiempo. Si 12 millones de personas que han ingresando a la pobreza no son suficientes para que las prioridades legislativas y la inquietud presidencial se concentren en otros temas, pues apaga y vámonos. Han perdido el sentido de prioridad. Lo relevante es atender la crisis y no a ellos mismos. Reordenar prioridades y garantizar la seguridad sanitaria de la población y la viabilidad económica de todos aquellos que tienen un futuro incierto debería ser lo primero. La Cofece puede esperar.

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