En una guerra no gana nadie, nos dice Kenneth Waltz; lo que hay son solo distintos grados de pérdida. Waltz, por supuesto, se refiere al aspecto humano que representa nuestra incapacidad de resolver por vías pacíficas las disputas y conflictos en los que inevitablemente entran nuestras sociedades. Pero la realidad es que las guerras son peleadas, al menos teóricamente, porque ciertos actores consideran que a través del uso de la fuerza es posible conseguir determinadas ganancias medidas en metas e intereses.

Muy temprano el viernes, supimos que el cese al fuego de 72 horas entre Israel y Hamas no fue renovado. Evidentemente, si las partes prefieren reanudar las hostilidades que seguir negociando, es porque alguien considera que la continuación de la lucha armada puede ofrecerle más ganancias que pérdidas. Sin embargo, definir en qué consiste el ganar o el perder, en este caso, supone diferenciar el tipo de guerra que lucha Hamas del tipo de guerra que está luchando Israel.

Israel, un Estado con un ejército y objetivos de seguridad tradicionales, busca esencialmente reducir la capacidad militar de Hamas, y así recuperar su poder de disuasión sobre ésta. En un conflicto asimétrico, no obstante, el actor militarmente más débil, normalmente no aspira a ocasionar un daño material mayor en el actor más fuerte. La meta es afectarlo política, psicológica y simbólicamente.

En ese sentido, Hamas por tercera ocasión en seis años, pareciera sentirse “cómoda” peleando esta guerra: una guerra no-material, que usa lo material solo como instrumento para hacer caer al adversario en la trampa. Como guión prescrito, a lo largo de estos tres estallidos violentos, la secuencia es esta: (a) Hamas e Israel empiezan a escalar el fuego cruzado, (b) Hams logra amenazar a ciudades cada vez más al norte de Israel, (c) Israel consigue a través de sus sistema de alertas, refugios y ahora el escudo antimisiles, minimizar las pérdidas humanas entre su población, (d) Pero con sus bombardeos a Gaza, un territorio muy densamente poblado, las bajas civiles palestinas se elevan dramáticamente. Eso resulta de manera automática en una gran desproporción entre las muertes civiles palestinas y las israelíes, (e) Esta circunstancia genera un incremento en la presión política y diplomática en contra de Israel, (f) Adicionalmente, Hamas obtiene logros psicológicos importantes: mantiene en los refugios a buena parte de la población israelí, fortalece el sentimiento de inseguridad en esa sociedad y el sentimiento de que su ejército no tiene suficiente poder disuasivo, (f) Al percibir que Hamas no parece disuadible, el gobierno israelí se siente orillado a incrementar el monto de fuerza ejercida, lo que nos regresa al punto d, (f) Con ello, al cabo de unos días o semanas, Hamas resulta políticamente fortalecida, tanto al interior de la sociedad palestina como a nivel internacional.

Así, pareciera que Hamas, considerándose no satisfecha por las negociaciones en El Cairo, reanuda sus ataques tras la expiración del cese al fuego, empleando su lucha como medio de presión. Hamas aprovecha el momento para orillar a Israel a volver a caer en la trampa. En esa trampa, mientras más amplia sea la brecha entre palestinos e israelíes muertos, mientras más se consiga producir la sensación entre las sociedades israelí y palestina de Hamas como no disuadible, este grupo termina fortaleciéndose de los mismos medios con los que es combatido, lo que robustece el círculo infinito de violencia en el que se está cayendo. De ahí la urgencia de buscar alternativas diferentes, desde lo político, lo diplomático, lo económico y lo social, para alcanzar los naturales objetivos de paz y seguridad para ambas sociedades.

Analista internacional

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