Parafraseando a Karl Marx, diría: un nuevo fantasma recorre el mundo: el fantasma del pensamiento único. Así como en los años 60, cuando parecía inevitable el arribo del comunismo en el mundo, de la mano de Rusia; hoy parece inevitable el arribo del pensamiento único, de la mano del país que se autonombra adalid de la democracia: Estados Unidos.

Como prolegómeno de lo que parecería ser la perfecta distopía, anunciada como el “Gran Reinicio tras la pandemia”, desaparece la diversidad cultural para dar paso al “hombre unidimensional” que propuso el filósofo alemán Herbert Marcuse, en 1964.

Dentro de una sociedad neoliberal, hedonista, tecnologizada, que crea e impone nuevas necesidades (falsas), capaces de dominar al hombre y privarlo de su individualidad y autonomía de pensamiento; adormecer su espíritu crítico, su capacidad de reacción y oposición; colonizado por valores dominantes cultivados por la industria cultural de este modelo consumista: moda, medios de comunicación, marketing, espectáculos, videojuegos, música, etc.

Esta nueva forma de totalitarismo genera el pensamiento único, una sola conciencia; conductas y hábitos homogeneizados. Esto es: un mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas, retroalimentadas por el propio mecanismo alienante. Lo perverso es que no es el resultado de la interacción del hombre con la tecnología, sino de una ingeniería social gestionada a lo largo de décadas por grupos políticos.

El ejemplo emblemático lo son las modernas tecnologías de la información y de la comunicación concentradas en los teléfonos celulares. Las personas absortas en la dinámica que les impone estos aparatos.

La “revolución” del pensamiento ha sido lenta: el propósito central ha sido desvirtuar la verdad. El primer paso fue subjetivar la realidad (válido y legítimo, cuando conoce y enriquece la realidad) multiplicando la diversidad de enfoques; el segundo paso fue relativizarla (introducir aspectos que atenúan sus efectos o su importancia), para diluir su esencia sin cuestionarla frontalmente, de suerte que la realidad ya no es lo que es, sino lo que cada quien crea de ella.

El pensamiento único, hoy, tiene diversas expresiones axiológicas que se proponen como nuevos derechos (los hacen aparecer como esenciales, cuando no lo son): aborto, eutanasia, ideología de género, legalización del uso de drogas, destrucción de la familia, feminazismo (lucha mujer contra hombre), etc.

Algunos de estos “valores” fueron originalmente comunistas, y los siguen siendo. Otros fueron inventados por los globalizadores neoliberales, pero son rechazados por los comunistas: ideología de género, destrucción de la familia, legalización del uso de drogas, feminazismo, entre otros.

Aunque hay quienes de manera seria afirman que esta revolución del pensamiento fue causada tras la Cortina de Hierro (ellos construyeron la soga), como una estrategia de lucha contra los capitalistas, fueron los norteamericanos quienes le hicieron el nudo y se la pusieron en el cuello: ellos mismos autodestruyeron los valores éticos y morales de su cultura. Y lo peor: están empeñados en exportarlos e imponerlos a través de los organismos internacionales.

En México, como un ejemplo, tenemos la versión ranchera (populista) que integra valores izquierdistas y neoliberales: estatismo con descristianización social (AMLO-Sánchez Cordero). A esto se agregaría el estilo dictatorial de López Obrador.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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