En una cocina perdida de la bella ciudad de Querétaro. Estoy sentada frente a la estufa, hirviendo algunos vegetales en esa olla que se derrama ocasionalmente y mancha mi cocina, que luce pulcra… es una desgracia.

Por primera vez en mucho tiempo no estoy motivada para cocinar, estoy lidiando con esos seis kilos de más, me han reducido muchos alimentos y para mí, que encuentro en la crujiente mordida de unos tacos dorados de queso, con lechuga y salsa, como los de mi abuela todo el goce de la vida, es un infortunio. Me consuela que más mujeres de mi edad tienen también esas banales preocupaciones, para ellas y para mí después escribiré cómo salir triunfantes de las frustraciones estéticas de la madurez.

Además, estoy un poco cansada. He tenido muchos eventos y mucho trabajo, me duelen los pies, debo ordenar el agua y pagar mi suscripción para mi curso de escritura, hacer cuentas, pagar parte de la renta y otros gastos personales.

Todo esto se desarrolla mientras mi obra está secando el barniz, ayer por la noche le di los últimos retoques a los cantos, pienso que esta vez cambié un poco mi propuesta, estoy influida por Remedios Varo, su obra Mujer saliendo del psicoanalista, que es la respuesta para muchos de mis miedos, dolores y traumas; me estimula a gobernar con mi poder femenino, despojándome de mis máscaras, arquetipos psicológicos heredados por mi padre, mi padre, del que poco a poco me cuesta más recordar su voz.

Escucho el chisporroteo de la olla de los vegetales… ¡Qué alegría!

Esta obra  relata por sí misma los contratos iconográficos y la lectura narrativa de la mujer y sus conflictos, se puede observar un reloj que no marca horas. En realidad, al darme cuenta que el tiempo es relativo y que quizá no existe, este objeto no marca el tiempo, indica edades que simbolizan un estado emocional, porque son los estados emocionales de la condición humana.

El marco ha sido intervenido, con hojas secas, envejecidas con café y barniz, para escribir sobre ellas en mi Olivetti roja frases de autoayuda, que ayuden a conectar con nuestra parte espiritual, que puede ser nuestro mejor terapeuta.

En el centro se puede leer: “Al hijo de Dios no es necesario curarlo, es necesario despertarlo”, Un Curso de Milagros.

Aplaudo con pasión que el maestro Roberto González se haya dado a la tarea de reconocer a las autoras y lo cito: “El trabajo femenino es como la luz que emerge en las cuevas profundas y oscuras”,  me parece que sin querer es un acto de reivindicación y al escucharlo explicar el propósito en una entrevista, descubro a un hombre apasionado y sensible ante esta necesidad de equilibrar un poco la situación en el mundo del arte. Las mujeres dejamos de ser musas para ser creadoras, porque en mi caso, yo prefiero ser la creadora.

Mis pensamientos se ven invadidos por un olor seco a quemado, miro con desasosiego que el agua se ha evaporado, las verduras se han quemado y la comida se ha echado a perder, aunque improvisar es lo mío, por hoy pediré pizza haciendo un fracaso total por hoy mi dieta. Ni modo, no siempre se puede ser mujer atractiva, madre, autoempleada, cocinera y pintora.

Tú, mujer… ¿cuál es tu cartografía femenina?


*Artista visual, escritora y terapeuta

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