“El gobierno está presente en todos los aspectos de la vida de la gente, sin dejar abierto ningún canal para que puedan escucharse voces disidentes, todos se deben subordinar plenamente al gobierno, también es denostada la libertad de mercado y la libertad de asociación, la insubordinación era castigada con dureza, para sostener el autoritarismo disfrazado de progreso le hace falta un fuerte aparato militar”. Al leer estas líneas pareciera que estamos ante la descripción de hechos del gobierno, pero no, lamentablemente es la definición de algunas características del fascismo.

Estas apreciaciones han llevado a que una gran parte de la población comience a cuestionar la actuación del gobernante. ¿Estamos ante un gobernante infalible? O ¿es un gobernante mesiánico? Se entiende como infalible algo o alguien que no puede fallar o cometer errores, y mesiánico es el dirigente que se presenta a sí mismo como la única alternativa de justicia. La historia demuestra claramente que los gobiernos dictatoriales siempre se organizaron en torno a la figura de un jefe o caudillo.

Hay un mensaje recurrente en el discurso del gobernante: el desprecio por el conocimiento científico, técnico o especializado. Dice que quienes lo generan, ya sean académicos u organizaciones de la sociedad civil, son grupos privilegiados, que se han beneficiado de recursos públicos y que, incluso, han realizado actos de corrupción. La descalificación indocumentada es constante.

Hace un par de años, Tom Nichols, profesor del U.S. Naval War College, publicó un libro titulado The Death of Expertise, en el quehace énfasis en el rechazo natural que sufren. “Todas las sociedades, no importa cuán avanzadas, tienen una tendencia de resentimiento en contra de las élites educadas”, este punto es muy importante: el entorno actual es imposible de ser entendido, en toda su complejidad, por una sola persona. Y lo que se aprecia en los integrantes de su gabinete no es la preparación sino la lealtad, lo que se valúa no es el conocimiento sino la afinidad ideológica.

Las participaciones de los integrantes de su equipo muestran que el gabinete tiene permiso para reproducir el tono descalificador del presidente y manejar una sola versión de la realidad.

Hoy, una parte de la población opina que las cosas no le están saliendo bien al actual gobierno; no únicamente estamos frente a la integración de un gabinete donde no todos tienen el perfil ni la experiencia para el cargo, sino también, habría que agregar, ante una lista de equívocos y decisiones adversas ante las que, gobernante y funcionarios, se aferran sin la menor autocrítica.

Cuando comience a disminuir la inercia del crecimiento del sexenio anterior y la nueva política económica no rinda los frutos esperados, el presidente López Obrador se enfrentará ante una disyuntiva: ¿actuará como el gobernante infalible o lo hará como el gobernante mesiánico? ¿Va a reconocer que se equivocó en algunas medidas tomadas y posiciones adoptadas?

En las redes y en los medios se ha difundido la declaración de hay que “purificar” la vida pública, utilizando un verbo con una connotación lamentable. Mao Zedong lo empleó en su Revolución Cultural en China, cuando envió a los burócratas y a los miembros de su partido a su escuela de cuadros para que los reeducaran políticamente y los “purificaran”. Lo usó Pol Pot en los 60 cuando se encumbró en el poder en Camboya y declaró que la sociedad necesitaba purificarse; ésta es la visión de la cuarta transformación.

Bukowski dice “El problema con el mundo es que las personas inteligentes están llenas de dudas, mientras los ignorantes se tienen toda la confianza”.

Expresidente municipal de Querétaro.@Chucho_RH

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