El color naranja es uno de los más llamativos en el círculo cromático y, a su vez, de los menos utilizados en la paleta de color. Si bien es cierto que es de los más fáciles de reconocer, en muchas ocasiones evitamos su uso: su uso más usual es el caso del metal ardiendo, que, aunque es naranja, lo denominamos “rojo vivo”. En la pintura y la teoría del color tradicional es un color secundario, creado mezclando amarillo y rojo. Lleva el nombre de la fruta del mismo nombre; pero para quienes se hayan preguntado cuál naranja fue primero (la fruta o el color), seguramente la fruta se cultivó en China 300 años antes de la aparición del color, poco a pocos fue extendiendo su nombre por el resto de Asia y Europa; su nombre cambió de nārang en farsi a nāranj en árabe, nāranga en sánscrito y naranja en español,debido a la combinación lingüística de rojo-amarillo   “giolureade” surgen los nombres orenge en francés y orange en inglés.

A pesar de esto, este color ha formado parte de la historia en prácticamente todas las culturas. Los antiguos egipcios utilizaban una tonalidad anaranjada para pintar sus tumbas. Lo hacían incluso sabiendo que este color era peligroso, ya que estaba realizado con rejalgar, un mineral altamente tóxico. También fue utilizado más tarde por artistas medievales para la coloración de manuscritos. Los pigmentos también se hicieron en la antigüedad a partir de un mineral conocido como Orpiment. Orpiment era un artículo de comercio importante en el Imperio Romano y se usó como medicina en China, aunque contiene arsénico y es tóxico. También se usó como veneno para moscas y para envenenar flechas.

Debido a su color amarillo anaranjado, también era un favorito de los alquimistas que buscaban una forma de hacer oro, tanto en China como en Occidente.

El naranja saltó a la fama en los siglos XVIII y XIX, como lo demuestran numerosas representaciones de Pomona, la diosa romana de las frutas, y el famoso retrato de la Inspiración de Jean-Honoré Fragonard. En cuanto al impacto que tuvo este color dentro de las tendencias artísticas fue muy utilizado por los prerrafaelitas, tanto así que el cabello rojo anaranjado de Elizabeth Siddal, esposa del pintor Dante Gabriel Rossetti, se convirtió en el símbolo del movimiento.

Además, Sir Frederic Leighton, escultor y pintor prerrafaelita británico, creó Flaming June, una obra icónica que representa a una mujer joven dormida con un vestido naranja brillante.

El pintor abstracto ruso, Wasilli Kandinsky, en su libro De lo espiritual en el Arte escribió: “El naranja es como el hombre: convencido de sus poderes”. Y es debido a esta creencia que el naranja anuncia poner atención ante un potencial peligro que utilizamos este color para llamar la atención o como forma de advertencia. Lo utilizamos para señalizaciones de tránsito y conos en las carreteras, en parte por su contraste con el negro-azul del asfalto o su fácil detección incluso a grandes velocidades, las cajas negras de los aviones son de este color debido a su llamativo color.

En 1797, un científico francés Louis Vauquelin descubrió el mineral crocoite, o cromato de plomo, que condujo en 1809 a la invención del pigmento sintético naranja cromo. Otros pigmentos sintéticos, rojo cobalto, amarillo cobalto y naranja cobalto, el último hecho de sulfuro de cadmio más seleniuro de cadmio, pronto siguieron. Estos nuevos pigmentos, más la invención del tubo de pintura de metal en 1841, hicieron posible que los artistas pintaran al aire libre y capturaran los colores de la luz natural. De hecho, tanto el descubrimiento de los colores de laboratorio como la invención del tubo de metal, que data de 1841, llevaron a los artistas a pintar al aire libre. Los impulsores del uso de óleos en tubo fueron los impresionistas, para quienes el naranja era un color muy importante, tanto que, en 1872, Claude Monet pintó Impresión, salida del sol, obra icónica del movimiento, en la que se inmortaliza un pequeño sol naranja, acompañado por la luz del mismo tono reflejada en las nubes y el agua. En cuanto al postimpresionismo, los grandes favoritos del naranja fueron Cézanne, Gauguin y Toulouse-Lautrec, aunque ninguno amaba tanto este color como Van Gogh, cuya investigación artística se centró a menudo en la búsqueda de contrastes cromáticos: “buscar oposiciones de azul con el naranja, del rojo con el verde, del amarillo con el violeta, buscando colores rotos y colores neutros para armonizar la brutalidad de los extremos, buscando que los colores sean intensos, y no una armonía de grises”.

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