Hay varios parámetros para medir el éxito o fracaso de la visita del presidente López Obrador a su homólogo Donald Trump. Sin duda una de las que más importa es el objetivo que buscaron el propio presidente y su equipo.

¿A qué fue AMLO a Washington? A ganar tiempo. Así me lo sintetizan varias fuentes diplomáticas del gobierno federal mexicano. Ganar tiempo de julio a enero. ¿A qué se refieren? A que durante este periodo —que es el mínimo que permanecerá Donald Trump en la Casa Blanca— el presidente americano no se lance contra México, no desestabilice la de por sí maltrecha economía mexicana con amenazas comerciales, facilite el uso del TMEC para enganchar a México a la recuperación post-pandemia el poderoso vecino y que no agarre a México de piñata en la campaña política que encabeza en pos de su reelección.

El presidente López Obrador no podía decir que no a la invitación de Trump, comentan en su círculo cercano, después de que Trump había metido el hombro por México al enviar cientos de ventiladores para enfrentar la pandemia y al ofrecer cubrir la cuota de recorte a la producción petrolera mexicana en la OPEP (así lo interpretan en el gobierno, aunque los expertos dicen que más que barriles de petróleo fueron de saliva).

López Obrador, me explican, aceptó la visita con el único objetivo de ganar tiempo frente a un impredecible Donald Trump. Entonces esa es para el gobierno la medida del éxito o fracaso: que Trump no se meta con México en medio año. Arriesgada apuesta que no pueden dar por ganada salvo que en los próximos seis meses no se den amenazas comerciales que disparen el tipo de cambio, si no presiona a México con temas migratorios o de drogas (como expusimos el viernes pasado en estas Historias de Reportero, ambos asuntos se dejaron fuera de la agenda deliberadamente para que no se pelearan los dos mandatarios), si no inventa un nuevo tópico para agredir al vecino del sur. Agregaría con mención especial el tema de los migrantes: si en ese lapso Trump los sigue persiguiendo e insultando, para el presidente López Obrador aumentará el costo político de haberle dicho a su nuevo mejor amigo que es cada vez más respetuoso y comprensivo con los paisanos.

Claramente y como era previsible, Trump ha aprovechado electoralmente la visita de un presidente mexicano popular entre los migrantes. Los desmedidos elogios del presidente AMLO son ya capitalizados por Trump para acercarse votos latinos. Si Trump gana las elecciones de noviembre —hoy eso se ve complicado, pero falta suficiente tiempo—, el cálculo del gobierno mexicano es que empezará el segundo cuatrienio trumpista como miel sobre hojuelas. Claro, López Obrador habría votado por el ganador. Pero si Trump las pierde, la optimista expectativa del gobierno mexicano es que la relación con México será tan importante para Estados Unidos, que un hombre con la experiencia y el conocimiento de México como Joe Biden será lo suficientemente inteligente quizá para no acercarse mucho en lo personal a AMLO —y cobrarle así su apoyo a Trump—, pero mantener la relación fluyendo binacionalmente por la importancia estratégica y complejidad que representa para ambas naciones.

Ganar tiempo. Veremos si lo ganó. Empieza la cuenta regresiva.

SACIAMORBOS

En la misma semana, los dos nuevos mejores amigos se pusieron al fin cubrebocas en público. Tan diferentes el uno del otro.

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