Hay quienes manifiestan con firmeza y determinación que fumar marihuana es su derecho y que por lo tanto se debe legalizar la siembra, cultivo, comercialización y consumo lúdico de la marihuana. Su exigencia la sustentan en que consideran que es su derecho el hacer con su cuerpo lo que ellos quieran. El argumento parece sólido ya que, efectivamente, cada quien puede hacer con su cuerpo lo que quiera; sin embargo, olvidan que ese derecho, como cualquier otro, termina donde empiezan los derechos de los demás. Es decir, se tiene el derecho a ejercer cualquier derecho siempre y cuando para gozarlo no se lesionen los derechos de terceros.

En este contexto, es importante tener presente que el sentido común y también nuestro marco jurídico (la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, diversas leyes generales que de ella emanan así como algunos tratados internacionales) establecen con claridad lo que conocemos como “interés superior de la niñez”. Ello significa que por encima de cualquier derecho de una persona adulta se tienen que privilegiar los derechos de niñas, niños y adolescentes. En otras palabras, el derecho de una persona a consumir cualquier tipo de droga, incluida la marihuana, es válido siempre y cuando para hacerlo no lesione o ponga en riesgo el derecho a la salud y el sano desarrollo de los menores de edad.

Ahora bien, la realidad en nuestro país es que ni las instituciones ni nuestra gente están preparadas para que una persona adulta e informada siembre, cultive, comercialice o consuma libremente marihuana. Como prueba de ello está el hecho de que tanto la venta o suministro de bebidas alcohólicas y productos de tabaco ya están prohibidos a los menores de edad, y la realidad es que en cada colonia y en cada comunidad de cualquier parte del país hay comerciantes que sí se las venden o suministran, siempre hay un adulto dispuesto a comprar en nombre de los menores de edad. A quienes proponen una “venta regulada” de marihuana les recuerdo que en el país se supone ya implantamos un esquema de venta de medicamentos controlada. Esquema que simplemente no funciona, como lo constata el enorme número de adictos a medicamentos y que son ilegalmente suministrados (el esquema, por ejemplo, requiere del uso de recetas médicas con códigos de barras, recetas que hoy consigues en internet).

En suma, nuestra realidad, como lo es en buena parte del mundo, es que no estamos preparados culturalmente para que una persona adulta e informada pueda acudir a un establecimiento legalmente constituido a comprar la marihuana que quiera consumir de manera personal. Por tanto, y asumiendo que coincidimos en la determinación de impedir que los menores de edad consuman drogas y en tanto no contemos con dicha cultura y responsabilidad se hace imposible aceptar la venta regulada de la marihuana aún y cuando un adulto pudiera tener el derecho de comprarla y consumirla.

Fuente de los Deseos. Ojalá seamos más generosos para que efectivamente respetemos el interés superior de la niñez y privilegiemos su derecho a la salud y al sano desarrollo sobre el derecho que nos pudiese asistir para hacer con nuestro cuerpo lo que queramos.

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